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17.9.12

Melancolía: Íntimo apocalipsis


Lo peor que se puede hacer al sentarse ante una película de Lars von Trier es acomodarse en la butaca arrastrando cualquier tipo de prejuicio. Si bien es verdad que el realizador danés puede ser acusado con razón de egocéntrico o megalómano (su supuesta autoproclamación como el mejor director del mundo no ayuda a quitarte el sambenito de ególatra, aunque él no dijera eso), no es menos cierto que al menos resulta impredecible en cada película que hace, lo que en el fondo es un punto a su favor.

Lars von Trier ha evolucionado hacia una progresiva estilización de su cine, pasando del estilo casual e improvisado de sus primeros títulos a unas maneras mucho más pretendidamente artísticas y trascendentales en sus últimas películas. Por el camino, ha trabajado casi todos los géneros (le faltaba el pornográfico, pero ya lo abordará en Nymphomaniac, su proyecto inminente), dejando siempre un sello personal que atrae a sus incondicionales y repugna a todos los demás a partes iguales. De ahí que cada nueva película del danés sea recibida con suspicacia, especialmente entre los que esperan (para mal) encontrarse con los mareantes movimientos de cámara o los pedantes subrayados narrativos y/o visuales tan del gusto del realizador.

Sin embargo, con Melancolía (Melancholia, 2011) podemos decir que von Trier ha realizado su película más pulida a nivel formal y una de las más sencillas (que no simples) en el plano argumental. No falta el uso (para algunos abuso) de la cámara al hombro y los barridos rápidos, pero en este caso no constituyen el motivo estilístico principal, sino que están en consonancia con la situación planteada en la primera parte de la película, una situación cuya incomodidad se transmite mejor con un inquieto movimiento de cámara que permite captar en tiempo real cada reacción de los personajes. Por ello, el uso de la cámara al hombro no es un recurso frívolo y manierista, sino una expresión de la necesidad de captar de la manera más directa una situación tan llena de matices.

La película se divide en dos partes bien diferenciadas, casi dos películas independientes que llevan por título el nombre de las dos hermanas protagonistas, Justine y Claire. Antes de eso, von Trier inserta una especie de preludio onírico que revela el desenlace final del film, que no es otro que la destrucción de la Tierra. A este prólogo, repleto de referencias al mundo del arte (el más evidente es la Ofelia de John Everett Millais), aunque quizá demasiado influido por ese recurso tan videoclipero de la cámara superlenta, no se le puede negar una enorme capacidad de fascinación, aumentada por la música del Tristán e Isolda de Wagner, y que deja en el espectador la sensación de asistir a algo trascendente.

Sin embargo, Lars von Trier deja la trascendencia para más adelante, puesto que el primer segmento de la película tiene mucho más de humano que de divino. Esta primera parte del díptico se centra en la boda entre Justine (Kirsten Dunst) y Michael (Alexander Skarsgård), que tiene lugar en la mansión rural de Claire (Charlotte Gainsbourg), hermana de Justine, y de su marido John (Kiefer Sutherland). Es inevitable que en este momento vuelva a la memoria Celebración (Festen, 1998), la película de Thomas Vinterberg que sigue siendo la más destacada representante del movimiento Dogma 95, que el propio von Trier contribuyó a fundar pero del que renegó al poco tiempo. Si en aquella cinta la reunión familiar por el 60 cumpleaños del patriarca del clan acababa destapando todas las miserias familiares, en esta primera parte de Melancolía asistimos a una situación similar, a la constatación de todo lo que de hipócrita tienen este tipo de celebraciones. Mientras la pragmática Claire se esfuerza por conseguir que todo salga perfecto, sus peculiares familiares se encargan de todo lo contrario. Ya sea por su amargada y sarcástica madre (Charlotte Rampling), su despreocupado padre (John Hurt) o el despiadado jefe de Justine (Stellan Skarsgård), pronto asistimos a la cara oculta de estos encuentros aparentemente apacibles en los que la realidad ofrece una versión bien distinta de la fachada que los personajes ofrecen ante los demás. Pero por encima de todo sobrevuela la angustia de la propia Justine, la que mejor refleja el hastío y lo absurdo de una situación en la que ella debería ser la persona más feliz, aunque en realidad es todo lo contrario. La magnífica interpretación de Kirsten Dunst (reconocida como mejor actriz en Cannes) ayuda a entender mejor a un personaje difícil, poco agradecido, con el que el público tiene dificultades para conectar por lo, en ocasiones, aleatorio de su comportamiento. Un comportamiento cuyo origen puede intuirse tras el descubrimiento de ese planeta llamado Melancolía que se asoma en el horizonte, y cuya presencia parece provocar en Justine una sensación que nadie comprende (es muy significativo el hecho de que Justine pida ayuda a todos los miembros de su familia pero nadie esté dispuesto a escucharla) pero que tendrá consecuencias importantes.


Tras esta parte que deja una vez más a las claras lo que von Trier opina de las relaciones sociales (vacías, falsas y llenas de hipocresía), la película da paso a una segunda parte de un tono mucho más místico, universal y trascendental. La fotografía en tonos amarillos y el pulso nervioso de la cámara dan paso a unos planos más sosegados y a un ambiente de tonalidades más frías y oscuras. Situado cronológicamente algún tiempo después de la celebración anterior, este segundo segmento se centra más en la figura de Claire, resaltando el contraste entre las dos hermanas que representa de alguna manera la contraposición entre dos formas de entender la existencia. Claire es racional, práctica, terrenal y con los pies en el suelo, casada con un rico triunfador y con un hijo pequeño. Justine, por el contrario, es creativa, inestable, imprevisible y parece íntimamente ligada al destino de ese planeta cuya silueta es cada vez más grande en el cielo. Y es precisamente la amenaza de Melancolía la que planea sobre toda esta parte del film. Poco a poco el espectador va entendiendo lo inevitable de la colisión del planeta con la Tierra, y el consiguiente Fin del Mundo. Un Apocalipsis que cada una de las hermanas afronta de manera muy diferente. Claire lo asume con terror, negándose a imaginar la posibilidad de que desaparezca todo el mundo, incluyendo sus seres queridos. Pero Justine interpreta el advenimiento del fin total con naturalidad, como una especie de purga. Es muy interesante su reflexión cuando afirma que la Tierra es un lugar maligno, que no hay nada de malo en que desaparezca y que sabía que eso iba a suceder. Lars von Trier planeta con inteligencia la idea de la destrucción total como una suerte de castigo contra la indignidad humana. Un castigo que, por otra parte, afectaría por primera vez a todos los seres humanos y no sólo a aquellos menos favorecidos en cuanto a su clase, religión o situación económica. Por una vez, la destrucción del planeta es absolutamente democrática, afectando por igual a todos los seres humanos, liberados por un solo momento de sus diferencias. Y von Trier presenta este Apocalipsis sin el manido recurso de mostrar a personas de todas las regiones del mundo reunidas ante un televisor contemplando el fin inminente con lágrimas en los ojos, sino que el Fin del Mundo sobreviene en familia bajo una cabaña hecha con palos de madera, mediante una explosión de pura e infinita belleza.



29.7.12

El origen del planeta de los simios: primates con conciencia de clase


Hablar de una película como El origen del planeta de los simios (Rupert Wyatt, 2011) en términos de lucha de clases y emancipación obrera podría parecer una locura o una frivolidad, tratándose como se trata de un producto del Hollywood más mainstream sin mayor vocación que la del entretenimiento puro, el alarde de efectos especiales y la búsqueda de la rentabilidad en taquilla. Sin embargo, y tal vez sea por estos tiempos extraños que nos ha tocado vivir y donde en cada rincón se puede intuir un conato de la, por otro lado, tan necesaria rebelión obrera, lo cierto es que no me parece descabellado referirme en estos términos a la película de la que quiero hablar.

En primer lugar, cabría situar el film en su contexto. El planeta de los simios es una distopía futurista que vio la luz en 1963 de la mano del escritor Pierre Boulle. Muy pronto tendría su adaptación cinematográfica de la mano del director Franklin J. Schaffner y con el protagonismo de Charlton Heston en El planeta de los simios (Planet of the Apes, 1968), una de las películas más recordadas y apreciadas entre los amantes del género de la ciencia-ficción. No descubro nada si hablo de un argumento de sobras conocido (y que por otro lado se aleja de la novela en varios puntos importantes): la tripulación de una nave que fue lanzada al espacio en el año 2006, y que viaja a la velocidad de la luz con sus miembros en un estado de hibernación, sufre un accidente y aterriza en un planeta en el que varias especies de simios forman una civilización relativamente avanzada, y donde los seres humanos ni siquiera saben hablar y viven en un estado salvaje y de sometimiento a los primates. El capitán de la expedición (Charlton Heston) intenta escapar de su cautiverio ayudado por dos simios, para finalmente descubrir que ese planeta no es otro que la Tierra, en esa magnífica escena de la estatua de la libertad semienterrada en la arena, tantas veces referida y parodiada. Esta película tuvo un remake en 2001 dirigido por Tim Burton, un auténtico fracaso de crítica y público que constituye la película más floja del director californiano. Y volviendo al film original, su éxito provocó un aluvión de secuelas en muy poco tiempo (cuatro películas entre 1970 y 1973), y también una serie de TV en 1974, títulos en los que, entre otras cosas, se viajaba al pasado para explicar el origen de la dominación de la Tierra por parte de los primates.

Por tanto, la película de Rupert Wyatt se debe considerar un reboot (más que una precuela) de la saga iniciada en 1968, puesto que ofrece una explicación distinta a cómo los simios acaban dominando el planeta y cómo los seres humanos pierden su supremacía, y esa explicación es lo que entronca con las ideas casi marxistas que he enunciado al principio. En este caso, la película se centra en el personaje de Will Rodman (James Franco), un científico íntegro que experimenta con chimpancés para encontrar una cura para el alzheimer, tanto por el bien de la humanidad como más concretamente para curar a su padre (John Lithgow), que padece esa enfermedad. El experimento inicial fracasa, puesto que aunque las células cerebrales del primate se regeneran milagrosamente, también dotan al simio de una agresividad que acaba dando al traste con el laboratorio y con la financiación de la investigación de Rodman. La empresa que lleva a cabo los experimentos sacrifica a todos los chimpancés del centro, pero Rodman consigue salvar a uno de ellos (el hijo de la hembra que provoca el desastre) y se lo lleva a casa para criarlo, descubriendo que ha heredado de su madre una inteligencia inusual provocada por el fármaco.


Ese primate, de nombre Caesar, se desarrolla como un simio extremadamente inteligente, lo que anima a Rodman a experimentar ese fármaco con su propio padre. Sin embargo, un incidente acaba con Caesar en un centro de reclusión de simios, regentado con crueldad por John Landon (Brian Cox) y su hijo Dodge (Tom Felton), acostumbrados a maltratar a los primates. Este hecho marca el inicio del cambio de mentalidad de Caesar, que empieza a dudar si le es posible vivir bajo las reglas humanas.

Es en este momento cuando, en mi opinión, la película empieza a tener valor. En el momento en el que adquiere un tono muy cercano al drama carcelario, donde Caesar es recibido inicialmente con hostilidad por el resto de "prisioneros" primates (no falta la consabida escena de humillación en el patio por parte del líder de los presos), pero donde poco a poco se irá imponiendo su superior inteligencia para hacerse con el dominio de la situación y con la alianza de sus compañeros contra un enemigo común.

Es aquí donde retomo la idea inicial. El origen del planeta de los simios me parece una metáfora de la lucha del oprimido contra el opresor, de la emancipación de la masa maltratada liderada por un paladín carismático. Así, Caesar podría ser un émulo del romano Espartaco, quien lideró a un grupo de esclavos, desharrapados y humillados, hacia la libertad. Si en la película de 1968 eran los simios los opresores y los seres humanos los oprimidos, esta vez se produce la situación contraria. Caesar observa que sus congéneres son tratados con crueldad y utilizados como conejillos de indias para los experimentos humanos (experimentos que, por otro lado, muchas veces se producen con la intención del rédito económico más que por el bien común, lo que la película se encarga de recordar en varias ocasiones). Y aunque ha sido un simio criado por un ser humano como Will Rodman, adquiere esa conciencia de clase que le lleva a identificarse con los de su género, los chimpancés, bonobos, gorilas y orangutanes que forman esa masa de prisioneros al servicio de los hombres. Por eso, una vez consumada su victoria (tras la brillante escena sobre el Golden Gate), Caesar le dice a Rodman (sí, ya es capaz de hablar) que se encuentra en casa, y el propio Rodman asume que el simio al que crió como a un hijo ha aceptado su verdadero destino.

Como he comentado, esta lectura en términos de lucha obrera y liberación contra la opresión me parece lo más destacable de una película que, por otra parte, es bastante previsible y muestra un guión algo endeble (especialmente en su primera parte), y donde algunos personajes (entre los que destaca el de la veterinaria interpretada por Freida Pinto) resultan absolutamente planos y prescindibles. En el apartado positivo, sin embargo, destacaría el buen hacer del equipo de efectos especiales, puesto que todos los simios (muy conseguidos, por cierto) están creados por tecnología CGI de motion capture, a diferencia de las entrañables prótesis y disfraces peludos del film de los sesenta. A este respecto, no queda otra que rendirse una vez más ante la capacidad interpretativa (aunque su rostro no aparezca en ningún momento) de un grande infravalorado como Andy Serkis, que presta su cuerpo, sus gestos y sus expresiones a Caesar, dotándolo de una profundidad que nada tiene que envidiar a su ya mítico Gollum de El señor de los Anillos. Por tanto, la película de Rupert Wyatt puede verse como otro producto más de la explotación de una idea exitosa y como un film de acción y ciencia-ficción sin mayor enjundia, o bien intentar ver en él un trasfondo social y político que simbolice mucho más de lo que aparenta. Todo depende, en definitiva, de las ganas de cambiar el mundo que le queden a cada uno.



26.7.12

The bigger, the better: Trailers de 'Cloud Atlas' y 'Life of Pi'


Una vez que el cine en tres dimensiones se ha instalado parece que definitivamente en nuestras salas comerciales, y también por el miedo a que la inminente subida de los precios de las entradas y el auge del video on demand doméstico reste espectadores a la taquilla, parece que las productoras se han empeñado en poner toda la carne en el asador para ofrecer productos espectaculares, que den lo mejor de sí en pantalla grande y que vuelvan a atraer en masa a los espectadores a las salas de cine.

Los trailers que vais a ver a continuación no son aptos para aquellos que gocen del cine minimalista y pegado a la realidad, con esas historias cotidianas que no levantan los pies del suelo y tienen como objetivo reflejar o denunciar una realidad. Más bien todo lo contrario, estas dos películas pretenden fundamentar su atractivo en un indudable poderío visual, en lo fantasioso de su argumento y en lo exagerado de su puesta en escena. Lo curioso es que ambas son adaptaciones de novelas de éxito, por lo que miles de espectadores las verán con una idea preconcebida en su cabeza. Ahí está el riesgo.

Empezamos con Life of Pi (2012), la versión fílmica del best seller de Yann Martel que David Magee (guionista de Descubriendo Nunca Jamás) se ha encargado de trasladar a la pantalla. La historia cuenta la aventura del joven Pi Patel (Suraj Sharma), el hijo del dueño de un zoológico que se traslada desde la India hasta Canadá. Por el camino, el barco sufre un naufragio y Pi queda aislado en un bote en medio del océano, con la única compañía de una hiena, una cebra, un orangután y un tigre de Bengala (que es el único que aparece en el trailer, por cierto). Así, el film es una historia de soledad, esperanza, supervivencia y búsqueda interior, que personalmente me ha recordado a El viejo y el mar, la maravillosa novela cubana de Ernest Hemingway. En la dirección de la película tenemos a Ang Lee, un director versátil que es capaz de hacer grandes trabajos independientemente del género del que se trate, y que en los últimos años ha firmado títulos tan interesantes como Brokeback Mountain (2005) o Deseo, peligro (2007). Life of Pi tiene previsto su estreno español el 21 de diciembre.


Aunque si hablamos de megalomanía, no os perdáis el trailer (de casi seis minutos nada menos) de Cloud Atlas (2012), adaptación de la novela de David Mitchell que han llevado a cabo, en armónica colaboración, Tom Tykwer y los hermanos Wachowski (desde hace unos años hermano y hermana). El director de Corre Lola, corre (1998) y El perfume (2006), y los responsables de la trilogía Matrix (1999-2003) han unido sus fuerzas para trasladar a la pantalla la obra magna de Mitchell, una tarea ardua y complicada dada la densidad de la novela, compuesta de seis relatos autoconclusivos aunque relacionados entre sí y donde se mezclan personajes, épocas y localizaciones. Así, la película reflexiona sobre la vida y la muerte, el efecto de nuestras acciones en el presente, el pasado y el futuro o la interconexión entre todos los habitantes del planeta. Para este proyecto gigantesco no podía faltar un reparto de lujo, encabezado por Tom Hanks, Halle Berry, Jim Broadbent, Ben Whishaw, Hugo Weaving, Hugh Grant y Susan Sarandon. Si os ha enganchado el trailer, lamento comunicar que la película aún no tiene fecha de estreno en España, pero sí en EE.UU. donde se podrá ver a partir del próximo 26 de octubre.




24.5.12

Gary Oldman, fichaje de lujo para el remake de 'Robocop'


Según informa The Hollywood Reporter, el remake del icónico film de los 80 Robocop (Paul Verhoeven, 1987) ha añadido un nombre de pedigrí a su reparto. Gary Oldman, nominado al Oscar este año por su papel de Smiley en El topo (Tomas Alfredson, 2011) y al que pronto veremos como el inspector Gordon en El caballero oscuro: La leyenda renace (Christopher Nolan, 2012) se pondrá en la piel del doctor Norton, el científico que se encarga de crear a Robocop, un policía cibernético construido sobre la base de un agente que se encuentra al filo de la muerte y que se convierte en el azote de los criminales.

Esta revisión del personaje ochentero al que dio vida Peter Weller estará dirigida por José Padilha, realizador brasileño responsable de las interesantes Ônibus 174 (2002) y Tropa de élite (2007). El guión lo firman James Vanderbilt (Zodiac, The Amazing Spider-Man), Nick Schenk (Gran Torino) y Joshua Zeturner, y de momento sólo se conoce al actor que se pondrá el traje biónico. Será Joel Kinnaman, protagonista de la versión americana de la serie The Killing.

Pocos datos más se tienen de esta producción, que teóricamente deberá empezar a rodarse el próximo mes de septiembre para presentarse en los cines en el verano de 2013. Sin duda, el fichaje de Gary Oldman añade buenas dosis de interés a este remake de una de las películas más queridas de aquellos maravillosos años ochenta.



7.3.12

Trailers: Ice Age 4 y Men in Black 3


Secuelas, secuelas everywhere... Que Hollywood tiene cada vez menos imaginación (o menos ganas de arriesgar con cosas nuevas) es algo muy fácil de constatar. No hay más que pasearse por la lista de los títulos más esperados de las próximas fechas para darse cuenta de que la inmensa mayoría pertenecen a sagas, trilogías, remakes, precuelas, secuelas, reboots y, en definitiva, todo lo que no sea una idea nunca vista anteriormente.

En esta línea, encontramos dos películas previstas para la próxima temporada primavera-verano. Dos franquicias que llegan a la cuarta y tercera entrega, lo que significa que al menos gozan del beneplácito de la taquilla, que es lo que cuenta al fin y al cabo.

Empezamos por Ice Age: Continental Drift (2012). Prevista para que llegue a nuestras salas a principios del mes de julio, es la cuarta entrega de las aventuras de los animales prehistóricos más rentables de los estudios Blue Sky. Después de haber tenido que proteger a un bebé humano, de escapar de una glaciación o de vérselas con con los mismísimos dinosaurios, el mamut Manny, el dientes de sable Diego y el perezoso Sid se enfrentan al mayor desafío: nada menos que la deriva continental. El principio geológico de Alfred Wegener es esta vez el mayor enemigo de los protagonistas, que se ven abocados a navegar a la deriva en un iceberg en busca de un nuevo mundo donde volver a empezar. 

En esta ocasión desaparece Carlos Saldanha de las labores de dirección, que llevan a cabo Mike Thurmeier (que ya codirigió la tercera entrega) y Steve Martino, realizador de alguno de los tronchantes cortos protagonizados por la ardilla Scrat. Aquí tenéis el primer trailer de las nuevas aventuras de estos entrañables (aunque extinguidos) animalillos.




Un poco antes de que veamos las fechorías de los protas de La edad de hielo llegará a nuestros cines (finales de mayo) la tercera entrega de la saga de esa especie de FBI interplanetario. En Men in Black 3 (2012) el agente J (Will Smith) viaja en el tiempo para evitar que un alien acabe con la vida de su compañero K (Tommy Lee Jones). Así, en 1969 se encuentra con un joven K (Josh Brolin) al que debe proteger para evitar desastres en el futuro (o presente, según se mire), como por ejemplo una invasión extraterrestre entre otras incomodidades.

Barry Sonnenfeld sigue fiel a esta franquicia, cuyas entregas han llegado mucho más espaciadas en el tiempo. El primer Men in Black data de 1997, y la segunda parte de 2002. Por tanto, una década después regresan los hombres de negro para combatir a los aliens que viven entre nosotros. Una tarea encomiable que adelantamos en este nuevo trailer de la película.






25.10.11

Scorsese se pasa al 3D con "Hugo"


Lo que el cine en 3D era una moda pasajera ya nadie se lo cree. Muchos de los grandes directores han acogido con naturalidad o incluso con entusiasmo esta nueva manera de concebir el espectáculo cinematográfico. Cada uno en su estilo y con diferentes pretensiones, nombres como James Cameron, Steven Spielberg o Wim Wenders están dando prestigio a un modelo que en principio sólo se concebía como artificio visual vacío de contenido, pero que lleva de camino de dominar los grandes títulos de cine de los próximos tiempos.

El (pen)último a sumarse a la lista de directores de prestigio que se apuntan al 3D es Martin Scorsese. El director de Toro salvaje o Uno de los nuestros está cerca de estrenar en EE.UU. (el 23 de noviembre, aunque a España llegará en enero de 2012) la película La invención de Hugo (Hugo, 2011), adaptación del libro de Brian Selznick que narra las aventuras de un niño que vive en el París de los años 30 y que tiene que resolver un misterio relacionado con el pasado, su padre y un extraño robot.

Es decir, aventuras "para toda la familia" pero aderezadas con un toque de suspense y misterio que pueda hacer al film más digerible para un público adulto. El joven protagonista es Asa Butterfield (El niño del pijama de rayas, 2008), y le acompañan en el reparto nombres como Jude Law, Ben Kingsley, Christopher Lee o Ray Winstone. Parece que los robots vuelven a estar de moda.







3.10.11

Los cronocrímenes: triple genialidad




Debo reconocer que soy de esas personas (no sé si habrá muchas o no) que no se cansan de recomendar a todo el mundo Los Cronocrímenes (2007), la ópera prima del cineasta cántabro Nacho Vigalondo. Por unas cosas o por otras pasó bastante inadvertida por la taquilla española, seguramente aplastada por la presencia de blockbusters de mucho más renombre o, más probablemente, por la reticencia de muchos ante un producto de ciencia-ficción made in Spain, dos conceptos que hacen que más de uno acabe frunciendo el entrecejo y soltando algún comentario sarcástico para después afirmar que nunca gastaría su dinero en ese tipo de productos.

Sin embargo, si superamos los absurdos prejuicios iniciales, el film no decepciona en absoluto. Todo lo contrario, Los Cronocrímenes es la perfecta demostración de que es posible realizar una gran película con muy pocos medios. Sólo es necesaria una gran idea, y la de Vigalondo lo es, y la lleva a cabo además de una manera a mi gusto muy acertada. El hecho de que sea una película de género podría haberle tentado a buscar demasiadas vueltas de tuerca y centrarse en el aspecto de los efectos visuales, lo que (dado el presupuesto de la cinta) habría derivado en un subproducto de serie B, de los que proliferan (este vez sí, para mal) en nuestro cine patrio. Sin embargo, Vigalondo huye de los trucos y de la pirotecnia, y para contar su historia sólo necesita cuatro actores (en realidad tres, porque el cuarto es él mismo) y como mucho una buena dosis de maquillaje en el final de la película, muy bien conseguido por cierto.

La puesta en escena, casi minimalista y sin clichés del género, contrasta con la complejidad del guión, una complicada historia de viajes en el tiempo y paradojas de la predestinación, que resulta a veces complicada de seguir y termina de una forma muy abierta, sin resolver la mayoría de aspectos de la trama. Es de destacar la interpretación de Karra Elejalde (uno de los actores fetiche de Julio Médem, y que mejor se dedique a actuar que a dirigir, así nos evitaría títulos como Año Mariano (2001) o Torapia (2004), que podrían haber sido realizados perfectamente por Juanma Bajo Ulloa y no pasaría nada). Elejalde se multiplica en un triple papel (aunque en realidad es siempre la misma persona) y soporta el peso de la historia, cuya emoción se mantiene aunque el espectador conozca a partir de la primera media hora lo que va a suceder. A Karra le secundan Candela Fernández, como su despistada mujer, Bárbara Goenaga como la chica del bosque, vital en la trama, y el propio Vigalondo, en el papel de "mad doctor" cañí.

Los Cronocrímenes tiene su principal virtud en su sencillez, en su falta de pretensiones. Hacer una película sobre viajes en el tiempo puede derivar en discusiones científico-filosóficas sobre el universo (¿eh, H.G. Wells?) que sólo contribuyen a confundir (y a aburrir) al espectador. Pero en esta ocasión, el hecho de viajar en el tiempo queda en un segundo plano, y el verdadero leitmotiv de la cinta es el intento del protagonista de eliminar a sus "duplicados".

Resulta además significativo que este film tardara tanto en encontrar distribución en España, después de haber ganado premios all around the world, en festivales como Amsterdam, Philadelphia o Austin (Texas), e incluso después de haber sido aclamada en el Festival de Cine Independiente de Sundance (donde, por cierto, triunfó pocos años antes otra película semiamateur sobre viajes en el tiempo, Primer (2004)). Parece que los distribuidores en España son reticentes a invertir en cualquier producto que no lleve el nombre de Javier Bardem, Penélope Cruz o Pedro Almodóvar, y por ello estuvo a punto de no llegar a nuestras pantallas esta estupenda película. Y eso que Nacho Vigalondo ha estado nominado al Oscar por su corto 7:35 de la mañana, hace no tanto tiempo.

Con todo, en su periplo en las carteleras pasó sin pena ni gloria. Es la típica película que basa su éxito en el boca-oreja (y no boca-boca como se dice siempre, que eso ya es casi pornográfico), y que llegó casi únicamente a los cinéfilos interesados en el género. Por cierto, que dentro de poco veremos el estreno de lo nuevo de Vigalondo, Extraterrestre (2011), también muy bien recibida allá por donde ha pasado. Para mí, Nacho Vigalondo es uno de los personajes más válidos e interesantes de nuestro cine, y ya es hora de que reciba el reconocimiento que se merece.



FICHA TÉCNICA



Título Original: Los cronocrímenes País: España Año: 2007 Dirección y guión: Nacho Vigalondo Fotografía (Color): Flavio Martínez Laviano Montaje: Jose Luis Romeu Dirección artística: José Luis Arrizabalaga, Biaffra Música: Chucky Namanera Duración: 92 minutos Intérpretes: Karra Elejalde (Héctor), Candela Fernández (Clara), Bárbara Goenaga (La chica del bosque), Nacho Vigalondo (El joven)


GALARDONES
  • 1 nominación al Goya (2009): Mejor dirección novel




20.9.11

"La cosa" vuelve a las andadas


En 1982, John Carpenter firmaba una de las mejores películas de terror de la historia del cine, La cosa (The Thing). Todavía faltaba bastante para la consolidación de los efectos digitales y los monstruos y fantasmas generados por ordenador que invaden nuestras pantallas hoy en día (con resultado lamentable en demasiadas ocasiones). Por el contrario, el film de Carpenter conseguía su propósito (acojonar, y mucho) gracias a una atmósfera opresiva, a la música de Ennio Morricone y a unos efectos especiales tan artesanales como efectivos a cargo de Rob Bottin y Jim Danforth

La película era un remake de El enigma...de otro mundo (The Thing from Another World, 1951), film de Christian Nyby que a su vez adaptaba una novela de 1938 escrita por John W. Campbell. Pero lo que nos ocupa ahora es hablar de la precuela del film de Carpenter, que llegará a nuestras pantallas el próximo otoño y que dirigirá el debutante Matthijs van Heijningen Jr. Esta nueva película nos sitúa otra vez en la Antártida, donde un grupo de científicos noruegos encuentran una extraña criatura congelada en un bloque de hielo. A partir de ahí podemos imaginar lo que pasará, puesto que el film de 1982 arrancaba precisamente con el descubrimiento de la base noruega completamente desierta. Blanco y en botella...

De todas formas, en el trailer podemos ver lo que nos espera: perros infectados por la criatura alienígena, humanos infectados por la criatura alienígena, sospechas entre los miembros de la expedición, horrendas transformaciones, tensión y mucha, mucha sangre. Eso sí, esta vez con efectos digitales. Los puristas y los fans de la peli de Carpenter estarán ya afilando los cuchillos.





(Fuente: comingsoon.net)


14.9.11

J.J. Abrams se apunta a la secuela de Star Trek


Los trekkies del mundo (que no son pocos) están de enhorabuena. Hace pocas horas se ha confirmado que J.J. Abrams volverá a ponerse tras la cámara para dirigir la nueva entrega de Star Trek (2009), la precuela que se situaba en el origen del Capitán Kirk y el orejas puntiagudas Dr. Spock, los carismáticos protagonistas de la mítica serie de los 70 y 80. A pesar de las reticencias iniciales, la película de Abrams gustó bastante a crítica y público y no funcionó mal en taquilla (385 millones de dólares de recaudación).

Además de Abrams como director, también repiten los guionistas Alex Kurtzman y Roberto Orci (a los que se suma Damon Lindelof, otro de los ideólogos de la mítica serie Perdidos), y el reparto principal de la peli de hace un par de años, encabezado por Chris Pine y Zachary Quinto (como Kirk y Spock) y donde también encontramos a Zoe Saldana, Anton Yelchin o Simon Pegg. El proyecto, todavía sin título, verá la luz en el próximo 2012.




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