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27.8.13

El ilusionista: Merci, Monsieur Tati


Sobre todo el metraje de El ilusionista (L'illusionniste, 2010) planea una sombra de nostalgia, de patetismo y de pérdida. Una sensación de que ya pasó lo mejor de la vida, y de que todo lo que sucede en el presente no es más que una imitación pobre de un pasado mejor. Se aprecia en los paisajes urbanos del film, ambientados en ciudades frías y de perpetua llovizna como París, Londres o Edimburgo. Pero se observa especialmente en los personajes, sobretodo en el protagonista Jacques Tatischeff, un ilusionista que lleva su espectáculo de prestidigitación por los peores antros, ante un público cada vez más escaso y abúlico, en una huida hacia adelante que desde el primer momento se manifiesta estéril y vacía.

Realizada en un estilo de animación que tiene más de la tradición en dos dimensiones que de las virguerías actuales en 3D (y que el director Sylvain Chomet ya utilizara en la también magistral Bienvenidos a Belleville, 2003) , El ilusionista es un pequeño gran homenaje a ese entretenimiento previo a la irrupción de las nuevas tecnologías (incluyendo el cine), capaz de fascinar a los espectadores haciendo aparecer conejos de la chistera o monedas detrás de las orejas. Un entretenimiento que quedó relegado al olvido cuando fue sustituido por una nueva forma de espectáculo que tiene más de impostura y apariencia que de imaginación e ilusión. En ese nuevo contexto, artistas como el ilusionista, el payaso o el ventrílocuo se convierten en fantasmas de un pasado prematuramente envejecido y casposo, condenados a la desaparición silenciosa, al olvido.

Pero sobretodo, El ilusionista es un homenaje a Jacques Tati (1907-1982), uno de los mejores creadores que ha dado la historia del cine. Desde la plasmación de un guión firmado pero nunca filmado por el propio director hasta la apariencia física del protagonista, todo desprende un aroma de reverencia hacia ese aristócrata de origen ruso que apostó por una manera artesanal de hacer cine, y que devolvió una pasión por el detalle, el gag y la imagen que había desaparecido desde los albores del cine sonoro. La película contiene algunos momentos tan tatinianos como la escena en el taller de coches, un guiño al slapstick tradicional y que vuelve a dejar patente la ascendencia de Max Linder o Charles Chaplin en el cine de Jacques Tati.


Tatischeff (verdadero apellido del propio Tati) es un personaje alto, desgarbado, un caballero de educación exquisita a pesar de lo modesto de su existencia, y permanentemente superado por los avatares del mundo moderno. Es decir, un émulo de Monsieur Hulot, el álter ego al que Tati dio vida en títulos tan inolvidables como Las vacaciones del señor Hulot (1953), Mi tío (1958) o Playtime (1967). Tatischeff intenta superar con estoicismo el progresivo abandono de su espectáculo por parte del público, que prefiere a las nuevas estrellas del rock (fantástica esa versión excesiva e histriónica de The Beatles) antes de que a un tipo con un vestuario pasado de moda que hace aparecer pañuelos de colores. La única persona que parece apreciar (más por fascinación que por comprensión) el arte de Tatischeff es una joven que abandona su sencilla vida en el pueblo para acompañar al mago en sus viajes. Pero pronto se revela que no hay nada de glamour en en las pensiones baratas, los trabajos de media jornada y las actuaciones ante una platea casi desierta. Sólo los esfuerzos de Tatischeff por mantener viva la magia, a base de hacer "aparecer" regalos para su joven compañera, prolongan la existencia de una ilusión, desvanecida por completo cuando aparece un muchacho más joven, más apuesto y hasta más adecuado. Es entonces cuando se revela la verdad más triste de la historia. La magia no existe y es sólo una ilusión irreal la que nos mantiene fascinados por un tiempo. Un tiempo que empieza cuando el ilusionista se sube al escenario, y que termina cuando (como en la película) las luces del teatro se van apagando poco a poco. Después de eso, sólo queda la nostalgia, reflejada en el único plano detalle de un film presentado exclusivamente en planos generales. Un plano que completa esa sensación de que cualquier tiempo pasado fue mejor, por mucho que haya gente que, como ese ilusionista demodé, se empeñe en seguir adelante.






25.8.12

Brave: ¿Más Disney que Pixar?


La historia de la relación entre Disney y Pixar contiene algunos de los elementos más característicos de la novela rosa. Amores, desencuentros, discusiones, rupturas y reconciliaciones han estado presentes en los últimos años en esa difícil convivencia que implica tantos intereses artísticos y económicos. 

La factoría Disney ha sido siempre la referencia en lo que al cine infantil y de animación se refiere, ya desde los años 30 del siglo pasado. Por el contrario, Pixar nació en 1979 como una división de la megacompañía Lucasfilm, con el objetivo inicial de dedicarse a labores puramente técnicas. Sin embargo, aquellos cortometrajes de Pixar de finales de los 80 y principios de los 90 dejaron entrever que aquello podía ser más que una empresa de hardware gráfico. Disney, avispada como siempre, decidió unirse a la compañía del flexo en 1991, y como resultado de ese trabajo, algunos años después, vería la luz Toy Story (1995), el film que marcaría para siempre el inicio del reinado de la animación 3D por ordenador, por mucho que la animación clásica de Disney viniera de cosechar enormes éxitos con La bella y la bestia (1991), Aladdin (1993) o El rey león (1994).

Curiosamente, el principal ideólogo de Toy Story fue John Lasseter, antiguo trabajador de Disney que salió de la empresa por la puerta de atrás. Así, el empleado excéntrico, el de las inconfundibles camisas hawaianas, no tenía sitio en una casa tan tradicional como Disney. Pero en Pixar encontró el ambiente perfecto para concebir esa maravilla que es Toy Story y unir su talento con el de otros como Andrew Stanton, Pete Docter, Brad Bird o Lee Unkrich, de cuya mente fueron saliendo clásico tras clásico, como puede ser Bichos (1998), Monstruos, S.A. (2001), Buscando a Nemo (2003) o Los increíbles (2004). Para entonces, en ese 2004, Disney y Pixar habían roto relaciones, en el momento en que la animación tradicional languidecía y la hegemonía del 3D era incuestionable. Pero la factoría Disney, perro viejo, no quiso bajarse del tren que ellos habían puesto en marcha décadas atrás, y en una complicada operación financiera, el 24 de enero de 2006, compró los estudios Pixar por 7.400 millones de dólares, un acuerdo mediante el cual los directores creativos de la compañía del flexo se harían cargo del estudio de animación de Disney.

Todo esto viene al caso para hacer referencia a la unión definitiva entre Disney y Pixar, después de la cual siguieron llegando obras maestras como Ratatouille (2007) y, sobretodo, Wall·E (2008), Up (2009) y Toy Story 3 (2010), las cimas creativas de Pixar. Sin embargo, muchos apuntan al proceso de disneyzación de los estudios de Emeryville, presuntamente subyugados por la poderosa empresa matriz. Esto puede debatirse, claro está, pero algunos datos están ahí. Por ejemplo, la siguiente película de Pixar tras el enorme éxito de Toy Story 3 fue Cars 2 (2011), sin duda el peor título de la compañía tanto a nivel de crítica como de público. Otro dato: los próximos proyectos de Pixar son una precuela de Monstruos, S.A. llamada Monsters University (2013), y se especula con la segunda parte de Buscando a Nemo e incluso una cuarta entrega de la saga Toy Story. Por el contrario, Walt Disney Studios tiene preparada ¡Rompe Ralph! (2012), una historia original ambientada en el mundo de los personajes de videojuegos clásicos que tiene pinta de arrasar la taquilla cuando se estrene. En definitiva, ¿está "obligando" Disney a Pixar a estirar sus franquicias más reconocibles con el único objetivo de vender merchandising mientras se reserva las nuevas ideas para su propio estudio?. Y más, ¿es real esa supuesta influencia de la empresa de Mickey Mouse en el resultado artístico de las películas de la compañía del flexo? ¿Es esta una relación desequilibrada que beneficia a Disney y perjudica a Pixar?

Estas son preguntas que están ahora mismo en la calle (en el mundillo del cine, entendedme, todavía no se habla de esto en los bares ni en las tertulias), y que han sido alentadas en parte por el estreno de la última película de Pixar que ha llegado a nuestros cines. Me estoy refiriendo a Brave (2012), un film que, por lo que se puede leer, tiene dividida a la crítica entre partidarios y detractores, y que en definitiva sirve como ejemplo para volver a sacar a colación las preguntas anteriores.


En un proyecto que arranca desde hace ya algunos años y cuyo guión y dirección ha pasado por varias manos (al final está escrito por Mark Andrews, Steve Purcell, Irene Mecchi y Brenda Chapman, a partir de la idea original de esta última, y dirigido por Andrews, Chapman y Purcell), lo primero que cabe señalar (y que ha sido referido en muchas ocasiones) es el protagonismo absoluto de una chica, por primera vez en un film de Pixar. Esto, que podría resultar anecdótico, no lo es en absoluto, puesto que el tratamiento de la historia y de las situaciones que en ella ocurren desde un punto de vista femenino (que no feminista) sobrevuela toda la cinta dando un enfoque diferente al tradicional.

Otro tema es el impresionante despliegue visual que ofrece la película. Esto es algo en lo que Pixar tiene un dominio incuestionable, y a pesar de los encomiables esfuerzos de Dreamworks y otras compañías por igualarlo, parece impensable ahora mismo superar el apartado visual de los films de Pixar. Ya sea con los paisajes de las Highlands escocesas, con sus valles, ríos, montañas y bosques representados hasta el mínimo detalle y que te sumergen en la historia desde el principio, o bien con las expresiones y rasgos de los personajes, capaces de transmitir cualquier emoción y cualquier gesto por pequeño que sea, el disfrute para la vista es arrebatador. En este sentido, es impresionante la textura de la melena rizada y pelirroja de la protagonista, que consigue parecer casi un personaje más con entidad propia. Y si a todo esto le sumamos la acertada música de Patrick Doyle, estamos ante un goce sensorial difícil de superar.

Si nos fijamos ahora en el apartado del guión, ahí tampoco hay nada que reprochar. Brave funciona con la precisión de un mecanismo de relojería, combinando en sus 100 minutos de duración las dosis perfectas de humor (los gags más evidentes los protagonizan los hermanos de la protagonista, aunque ojo con la breve pero decisiva aparición de la bruja), aventura, suspense y drama familiar, en la medida justa de un alquimista. Nada parece faltar ni sobrar en esta historia de la rebelde princesa Merida, cuya madre la lleva preparando desde pequeña para casarse con el primogénito de uno de los clanes que componen el reino, pero a quien su espíritu independiente le lleva a desafiar las tradiciones aunque sea poniendo en peligro todo su mundo. El argumento consigue mantener el interés en todo momento, llevando al espectador a contemplar el desarrollo interior de los personajes, cuya experiencia durante el metraje les hará reflexionar sobre lo verdaderamente importante.

Así pues, si estamos ante una película con un apartado visual tan potente y un guión tan eficaz, ¿por qué ha levantado tantas suspicacias entre gran parte de la crítica?. La respuesta, en mi opinión, habría que buscarla en la comparación de Brave con los anteriores guiones originales de Pixar. Si descontamos Toy Story 3, que parte de una historia y unos personajes preexistentes, tanto Wall·E como Up tenían como principal virtud que su valoración trasciende los límites del encorsetado género de la animación y el cine infantil, pasando a jugar en la misma liga que cualquiera de las mejores películas de la historia. Aunque ambas están concebidas para un público menor de edad, también ofrecían una posibilidad de lectura mucho más adulta y madura. Es decir, eran cine con mayúsculas, y no sólo gran cine de animación.

Esto es lo que parece estar ausente en Brave, la posibilidad de ser considerada como obra maestra fuera de lo que es estrictamente el cine animado. Pese a ser una película casi perfecta en su envoltorio, sobrevuela en ella una sensación de intrascendencia, de mero objeto de disfrute temporal que no se instala permanentemente en el imaginario del espectador. Es difícil calibrar el grado de responsabilidad de Disney en este hecho, siendo como es siempre sospechoso de edulcoración de la realidad y de escapar de asuntos más controvertidos. Sea como fuere, estamos ante un film superior a la media, que sin duda hará las delicias de los más pequeños y que cubre de sobra el cupo de calidad exigible a una compañía como Pixar. Pero me atrevería a decir que, al contrario que sus maravillosas predecesoras, Brave no está llamada a convertirse en un clásico instantáneo.



30.3.12

Trailers de 'Madagascar 3' y 'Rise of the Guardians', las próximas apuestas de Dreamworks


La compañía Dreamworks sigue con su lucha particular con Pixar por crear las mejores películas de animación, campo en el que la supremacía de la marca de Disney sigue siendo incontestable. Pese a ello, el nivel de las películas del estudio de Jeffrey Katzenberg y Steven Spielberg se mantiene muy alto en cada entrega, una competencia que repercute en favor del público.

Recordemos que la gran apuesta de Pixar para el verano 2012 es Brave, cinta de fantasía medieval protagonizada por una princesa que quiere demostrar su valía en un mundo de hombres. Por su parte, Dreamworks ha apostado para competir con este film con la tercera entrega de una de sus franquicias más rentables (con permiso de Shrek). Madagascar 3: De marcha por Europa (2012) llegará a nuestros cines el 3 de agosto, con la intención de acaparar al público infantil de vacaciones veraniegas (y por añadidura a sus padres).

Después de sus aventuras en África, el león Alex, la cebra Marty, la jirafa Melman y la hipopótama Gloria llegan por error a Europa. Allí se convierten en proscritos de la justicia, siendo perseguidos por una implacable jefa de policía francesa (a la que da voz Frances McDormand). Huyendo de ella, los animales acabarán enrolados en un circo ambulante, donde tampoco faltarán los habituales secundarios robaplanos: Julian, el rey de los lemures y, por supuesto, los inimitables pingüinos. Eric Darnell y Tom McGrath tripiten como directores de la función, esta vez ayudados por Conrad Vernon (Shrek 2, Monstruos contra alienígenas), y en el reparto están de nuevo los carismáticos Ben Stiller, Chris Rock, David Schwimmer, Jada Pinkett Smith y Sacha Baron Cohen.


Por otro lado, y aún sin fecha de estreno en España (21 de noviembre en EE.UU.), ya tenemos el trailer de Rise of the Guardians (2012). En esta película, los guardianes de la felicidad, la imaginación y los sueños de los niños (Santa Claus, el Conejo de Pascua, el Hada de los Dientes y el Sandman) unen sus poderes para luchar contra un espíritu oscuro que amenaza el mundo. El film está dirigido por el debutante Peter Ramsey y cuenta en su elenco con las voces de Alec Baldwin, Chris Pine, Jude Law, Hugh Jackman e Isla Fisher.





7.3.12

Trailers: Ice Age 4 y Men in Black 3


Secuelas, secuelas everywhere... Que Hollywood tiene cada vez menos imaginación (o menos ganas de arriesgar con cosas nuevas) es algo muy fácil de constatar. No hay más que pasearse por la lista de los títulos más esperados de las próximas fechas para darse cuenta de que la inmensa mayoría pertenecen a sagas, trilogías, remakes, precuelas, secuelas, reboots y, en definitiva, todo lo que no sea una idea nunca vista anteriormente.

En esta línea, encontramos dos películas previstas para la próxima temporada primavera-verano. Dos franquicias que llegan a la cuarta y tercera entrega, lo que significa que al menos gozan del beneplácito de la taquilla, que es lo que cuenta al fin y al cabo.

Empezamos por Ice Age: Continental Drift (2012). Prevista para que llegue a nuestras salas a principios del mes de julio, es la cuarta entrega de las aventuras de los animales prehistóricos más rentables de los estudios Blue Sky. Después de haber tenido que proteger a un bebé humano, de escapar de una glaciación o de vérselas con con los mismísimos dinosaurios, el mamut Manny, el dientes de sable Diego y el perezoso Sid se enfrentan al mayor desafío: nada menos que la deriva continental. El principio geológico de Alfred Wegener es esta vez el mayor enemigo de los protagonistas, que se ven abocados a navegar a la deriva en un iceberg en busca de un nuevo mundo donde volver a empezar. 

En esta ocasión desaparece Carlos Saldanha de las labores de dirección, que llevan a cabo Mike Thurmeier (que ya codirigió la tercera entrega) y Steve Martino, realizador de alguno de los tronchantes cortos protagonizados por la ardilla Scrat. Aquí tenéis el primer trailer de las nuevas aventuras de estos entrañables (aunque extinguidos) animalillos.




Un poco antes de que veamos las fechorías de los protas de La edad de hielo llegará a nuestros cines (finales de mayo) la tercera entrega de la saga de esa especie de FBI interplanetario. En Men in Black 3 (2012) el agente J (Will Smith) viaja en el tiempo para evitar que un alien acabe con la vida de su compañero K (Tommy Lee Jones). Así, en 1969 se encuentra con un joven K (Josh Brolin) al que debe proteger para evitar desastres en el futuro (o presente, según se mire), como por ejemplo una invasión extraterrestre entre otras incomodidades.

Barry Sonnenfeld sigue fiel a esta franquicia, cuyas entregas han llegado mucho más espaciadas en el tiempo. El primer Men in Black data de 1997, y la segunda parte de 2002. Por tanto, una década después regresan los hombres de negro para combatir a los aliens que viven entre nosotros. Una tarea encomiable que adelantamos en este nuevo trailer de la película.






28.2.12

Chico & Rita: animación a contracorriente


Existe una tendencia más o menos mayoritaria que dictamina que el cine de animación debe ir encaminado hacia la creación de los personajes mediante ordenadores y modelado en tres dimensiones. La sombra que proyecta la compañía Pixar (abanderada del mejor cine de animación de los últimos años) es demasiado alargada en este caso, y el resto de firmas deben ingeniárselas como sea para seguir este ritmo. Por eso, cada vez es más frecuente asistir a una lucha en la que las virguerías técnicas y el realismo de los personajes nos pueden dejar con la boca abierta, pero que al mismo tiempo dejan de lado aspectos tan importantes como el guión o, simplemente, el "alma" de la película.

Contra esta tendencia al monopolio de la animación en 3D, a la que incluso Disney ha sucumbido para siempre, existen pocos irreductibles. Quizá el más destacado sea el estudio Ghibli de Hayao Miyazaki, quien mediante animación tradicional sigue produciendo títulos de irregular categoría, aunque siempre manteniendo un alto nivel de calidad. La tradición del anime japonés está demasiado arraigada como para dejarse vencer por el 3D sin plantear batalla.

Y luego existen productos, muy aislados, que de vez en cuando intentan asomar la cabeza entre este océano de píxeles. En el caso español, en los últimos tiempos han aparecido dos películas que rompen esta tendencia a la espectacularidad y apuestan por la historia más que por el aspecto. Una es Arrugas (2011), adaptación de Ignacio Ferreras del cómic de Paco Roca y galardonada con el Goya a mejor película de animación y mejor guión adaptado. Y la otra es Chico & Rita (2010), ganadora del Goya del año pasado y candidata al Oscar al mejor film de animación, categoría en la que se impuso Rango, cómo no un film de animación en tres dimensiones.

Chico & Rita es, pese a lo que pueda parecer, un proyecto ambicioso. Aunque su acabado ofrezca un aspecto de animación clásica y tradicional, lo cierto es que el trabajo que lleva detrás es muy importante. Todas las escenas de la película se grabaron con actores reales, para que de este modo los animadores tuvieran una idea más clara de los encuadres, los movimientos de cámara y las actitudes de los personajes. Así pues, Chico & Rita podría considerarse una película "real" revestida con una capa de animación.

Pero esto no es más que una consecuencia de la propia concepción del film. Chico & Rita es una historia de nostalgia, de lamento por un pasado y por las ocasiones perdidas. Por eso queda perfecto este tratamiento de animación casi vintage, anacrónica, en sintonía con unos personajes que han dejado de vivir el presente para recrearse, a veces con dolor, en el pasado. El film es un largo flashback en el que Chico, ya anciano, desempolva (literalmente) una caja de los recuerdos y rememora lo sucedido sesenta años atrás, cuando conoció a Rita y cambió su vida. A partir de ese momento el pasado toma el protagonismo y se desarrolla hasta un momento fatídico, para volver al presente sólo hacia la parte final de la película, donde los personajes cierran ese círculo de encuentros y desencuentros definitivamente. 

Fernando Trueba siempre ha sido un enamorado de la música latina, a la que se ha aproximado principalmente desde el documental (Calle 54, El milagro de Candeal). Sin embargo, esta vez aborda el tema desde la perspectiva del cine de animación, gracias a la colaboración con Javier Mariscal y Tono Errando. Entre los tres han concebido esta historia de amor entre un pianista y una cantante que tiene como telón de fondo la Cuba precastrista, en la que la música cubana y americana se mezclaban y se influían entre sí. No en vano, el sueño de Chico es poder salir de la isla y tocar en alguna de las grandes orquestas estadounidenses, en las que el jazz de Charlie Parker o Dizzy Gillespie (ambos aparecen en el film) estaba en su momento álgido. Chico consigue su sueño, pero no de la manera que hubiera deseado. Como tampoco Rita, que también inicia su particular camino al estrellato (esta vez en el mundo de la canción y el cine) de la mano de un posesivo productor americano. A partir de entonces, los encuentros entre ambos son fugaces, clandestinos, desembocando en una separación definitiva que les sume en la tristeza y la nostalgia.

Chico & Rita es, por lo tanto, un homenaje a una época y una tradición artística nunca suficientemente reivindicada. Si Wim Wenders rendía tributo al son y la música más tradicional de Cuba en Buenavista Social Club (2000), Trueba y Mariscal reivindican el jazz latino, una música surgida de las conexiones a ambos lados del mar Caribe y que en la isla se vio truncada con la llegada de la Revolución, del mismo modo que se ve truncada la relación entre los dos protagonistas. Un paralelismo que acentúa una mirada nostálgica hacia un pasado que no volverá y que sólo ofrece alegrías con cuentagotas. Justo como el cine de animación tradicional.


FICHA TÉCNICA



Título Original: Chico & Rita País: España, Reino Unido Año: 2010 Dirección: Fernando Trueba, Javier Mariscal y Tono Errando Guión: Ignacio Martínez de Pisón, Fernando Trueba Montaje: Arnau Quiles Música: Bebo Valdés Duración: 94 minutos 


GALARDONES
  • 1 nominación al Oscar (2012): Mejor película de animación
  • 1 Goya (2011): Mejor película de animación




23.2.12

Nuevo poster y trailer de 'Brave', la próxima aventura de Pixar


Para todos los amantes del buen cine debería ser un acontecimiento acudir al cine para ver la última película de los estudios Pixar, responsables no sólo de los mejores films de animación de los últimos tiempos sino más bien de las mejores películas, a secas.

Después de las maravillosas Up (2009) y Toy Story 3 (2010), y de la algo más irregular Cars 2 (2011), lo próximo que veremos de los estudios de John Lasseter y compañía se titula Brave (2012), y llegará a nuestras pantallas el próximo 24 de agosto, dos meses después de su estreno en EE.UU. Brave es una aventura de aspecto medieval protagonizada por la joven princesa Merida, una talentosa arquera que desafía las tradiciones de su pueblo desatando el caos.

El film está dirigido por Mark Andrews y Brenda Chapman (esta última directora de El príncipe de Egipto en 1998), y cuenta en el reparto de voces con nombres como Emma Thompson, Robbie Coltrane o Kelly Macdonald. Os dejo con el último trailer de la película, una escena que recoge el espíritu del que será uno de los films más esperados del próximo verano.


18.12.11

El viaje de Chihiro: la materia de los sueños



Dice mucha gente que las películas de dibujos animados son para niños. Pues bien, o soy un niño o mucha gente está equivocada. Hay ocasiones en las que la animación es el único medio para expresar una belleza que resultaría imposible encontrar en el mundo real. Porque en el mundo real, en el planeta Tierra, no existen esos lugares ni esas criaturas que el genio Hayao Miyazaki nos muestra en cada una de sus obras.

Creo que he visto El Viaje de Chihiro (Sen To Chihiro no Kamikakushi, 2001) las veces suficientes como para que cada vez me guste más. Y lo curioso es que es una película que puedes verla varias ocasiones y en cada una puedes disfrutar de algo distinto. Me explico:

Para quienes simplemente deseen deleitarse con las imágenes que puede ofrecer una pantalla, perfecto. El Viaje de Chihiro es un ejemplo perfecto de lo que la animación en dos dimensiones puede ofrecer. Se me ocurren pocos films (y la mayoría de los que se me ocurren también son de Miyazaki) en los que la fuerza y la belleza de las imágenes pueden llegar a estremecer. No son sólo los paisajes y los escenarios, sino también los personajes, las criaturas salidas de la mente del genio que nos transportan a otra dimensión, a otro plano del universo en el que lo real y lo imaginario se funden de una manera que hace que tu cerebro y tus sentidos se encuentren absolutamente embotados, y te des cuenta de que han pasado dos horas y no has pestañeado.


Habrá otros, que superado el impacto inicial de la belleza que destila la película por todos sus poros, disfrutarán de la historia que narra. Una niña, Chihiro, que viaja con sus padres camino de su nueva casa, se ve de repente en un extraño mundo de fantasía en el que sus padres se han convertido en cerdos. Su única esperanza, alimentada por un extraño muchacho, es convencer a Yubaba, la malvada bruja que gobierna ese mundo de que libere a sus padres del hechizo y los devuelva junto a ella a su mundo. Durante el desarrollo del film, Chihiro traba amistad con distintos personajes, con el denominador común de que todos ellos son tan extraños como fascinantes.

Pero el verdadero disfrute de El Viaje de Chihiro, además de todo lo mencionado anteriormente, está en ver el transfondo que se esconde detrás de las imágenes. La película, ante todo, es un canto al amor y al respeto a la Naturaleza. Si en La Princesa Mononoke (otra obra maestra de Miyazaki) los protagonistas eran los bosques, en este caso los protagonistas son los ríos, masacrados por la acción del hombre. Es tremenda la escena en la que le extraen a un supuesto "Dios Pestilente" una cantidad ingente de basura que llevaba incrustada en su cuerpo. El asqueroso Dios Pestilente no era más que un río al que se había arrojado todo aquello que sobra, llenándolo de inmundicia e hiriéndolo de muerte. La alusión a la contaminación es también evidente. El mundo inundado que contempla Chihiro desde su balcón no es más que el mundo inundado que nos espera cuando se derritan los casquetes polares debido al calentamiento global provocado por la emisión de gases tóxicos a la atmósfera. En este mundo globalizado, en el que a todos se nos agrupa en grupos definidos, la individualidad se pierde en favor de la colectividad. El propio nombre está en peligro. Robar el nombre de la gente es la manera que tiene Yubaba de controlar a sus súbditos e impedirles que escapen. A Miyazaki no se le escapa este detalle, como tampoco se le escapa una pequeña crítica al consumismo. Los padres de Chihiro comen indiscriminadamente lo que encuentran, que resulta ser la comida ajena. El resultado: se convierten en cerdos. Y esto es de mi cosecha: igual me estoy volviendo loco, pero diría que el monstruo Sin Cara que devora a los empleados de los baños públicos tiene una forma sospechosamente similar al de una botella de Coca-Cola...

En resumidas cuentas, El Viaje de Chihiro puede verse de formas muy distintas. Pero ya sea para pensar, para discernir el significado de aquello que se esconde tras la bobina de celuloide, o bien para simplemente disfrutar con lo que estamos viendo, se trata de una experiencia única que el maestro de la animación japonesa nos brinda. Un viaje que nos llena de esperanza. Tal vez el mundo no sea un lugar tan terrible, al fin y al cabo. Ojalá nunca olvidemos nuestros nombres.



FICHA TÉCNICA



Título Original: Sen to Chihiro no kamikakushi País: Japón Año: 2001 Dirección: Hayao Miyazaki Guión: Hayao Miyazaki Fotografía: Atsushi Okui Montaje: Takeshi Seyama Dirección artística: Yôji Takeshige Música: Joe Hisaishi Duración: 125 minutos 


GALARDONES
  • 1 Oscar (2003): Mejor film de animación
  • Festival de Berlín (2002): Oso de Oro

20.10.11

El rey león: la monarquía absoluta de Disney


Si echamos la vista atrás, hay que rendirse a la evidencia de que pocas personas han influido tanto en la manera de entender nuestro mundo como Walter Elias Disney. Otros visionarios como Thomas Alva Edison o los hermanos Lumière fueron capaces de perfeccionar el sistema de proyección de imágenes en movimiento para crear lo que hoy conocemos como el cine. Georges Méliès descubrió su capacidad como espectáculo, D.W. Griffith sentó las bases de la narración fílmica tomando como modelo la novela del siglo XIX, y muchos otros desde entonces han contribuido a perfeccionar esta auténtica máquina de los sueños.

Pero Walt Disney tendrá para siempre reservado un hueco en la historia del cine, al haber sido capaz de llevarlo a unas dimensiones universales, creando una serie de personajes reconocibles en todos los continentes, aunando los anhelos de grandes y pequeños, y contribuyendo decisivamente al establecimiento del cine como producto de consumo de masas, capaz de generar ingresos multimillonarios sin por ello perder un ápice de su capacidad fascinadora.

A finales de la década de 1930, la factoría Disney vivió su primera época dorada. En Hollywood ya estaban establecidos los cánones de lo que hoy conocemos como cine clásico. Había drama, comedia y aventura, películas muy diferentes pero con un rasgo común: estaban dirigidas a un público adulto. Por ello, todos tacharon de loco a Walt Disney cuando anunció que quería ampliar sus horizontes (hasta ahora centrados en los cortometrajes de animación) y hacer un largometraje de dibujos animados destinado a los más pequeños de la casa.

Lo que pasó después es de sobras conocido. Blancanieves y los siete enanitos (Snow White and the Seven Dwarfs, 1937) fue un auténtico bombazo (Oscar incluido), como también lo fueron los siguientes títulos Disney, Pinocho (1940), Fantasía (1940), Bambi (1942) o La Cenicienta (1950). Films que muchas décadas después los niños de todo el mundo (y sus sacrificados padres) siguen viendo una vez tras otra.

Los años posteriores a la II Guerra Mundial no fueron buenos en la factoría. El propio Disney testificó contra algunos compañeros de profesion acusándolos de comunistas durante la triste "caza de brujas" de los años 50. Walt Disney falleció en diciembre de 1966, dejando tras de sí un legado de un valor inmaterial incalculable.

A pesar de que sus sucesores al frente de The Walt Disney Company no cesaron de trabajar durante muchos años, la estrella de la casa de Mickey Mouse parecía haberse apagado. El cine caminaba por unos derroteros muy distintos. El New Cinema americano, con toda su dosis de pesimismo, distaba mucho de la despreocupación y la fantasía de las películas de dibujos animados. Pero todo cambió a principios de la década de 1990, cuando una trilogía de películas inolvidables volvió a poner el cine de Disney en lo más alto de la cadena alimentaria.

La bella y la bestia (Beauty and the Beast, 1991) recoge la inercia positiva que había alcanzado la factoría con La Sirenita (The Little Mermaid, 1989), y en general, todo el auge que había experimentado el cine familiar en la década de 1980 gracias a, entre otros, Steven Spielberg, John Hughes, Joe Dante o Robert Zemeckis. Lejos queda el existencialismo intelectual de la adaptación de Jean Cocteau (1946), siendo la película de Disney un sencillo relato de una historia de amor que supera todas las barreras. En ella, todos los elementos característicos de la marca funcionan a la perfección: los personajes carismáticos y divertidos, las canciones inolvidables (a cargo de Alan Menken) y una calidad en la animación que empezaba a despuntar.

Con su siguiente film, Aladdin (1992), Disney volvió a dar en el clavo. Otros dos Oscar cayeron del lado de la música (otra vez responsabilidad de Menken), y la película tuvo una acogida espectacular en todo el mundo. Pero faltaba todavía el proyecto definitivo, la joya de la corona que debía poner a Disney al frente de la primera división del cine de su época.


Y esa joya es, cómo no, El rey león (The Lion King, 1994). Con este film, dirigido por la dupla Roger Allers-Rob Minkoff, Disney batió todos los récords imaginables, siendo todavía la película más vendida a nivel doméstico. Más de 55 millones de personas de todo el mundo tienen en sus casas un ejemplar (en VHS preferentemente) de El rey león, incluso de alguna de sus (prescindibles) secuelas lanzadas directamente en vídeo. En su momento, la película supuso un auténtico fenómeno cinematográfico y social, consiguiendo que las salas de cine se llenaran hasta la bandera para ver un film de dibujos animados que después era comentado hasta la saciedad con familiares y amigos.

Visto ahora, 17 años después de su estreno y sin ser ya esos niños impresionables de entonces, puede que el film haya perdido algo de su aura mágica. A nivel técnico hemos visto ya muchas cosas que empequeñecen la artesanal animación de El rey león, por mucho que en su momento representara la cúspide de la capacidad de los animadores Disney (no en vano, la escena de la estampida costó casi tres años de realizar). Sin embargo, lo que no ha perdido ni una pizca es su frescura, su capacidad para divertir y para sacar el niño que todos llevamos dentro.

Partiendo de un referente tan profundo como el Hamlet de William Shakespeare (un príncipe que regresa del destierro para derrotar a su tío, que ha matado al rey/hermano y ha usurpado el trono), El rey león sublima los aspectos positivos del cine de Disney: un villano carismático (el cetrino y maquiavélico Scar, magistralmente doblado por Jeremy Irons en el original), unos secundarios robaescenas (entrañables Timón y Pumbaa, esa pareja que ha dado lugar a tantas especulaciones de carácter sexual), una música casi insuperable (esta vez a cargo de Hans Zimmer) y una historia que mezcla con sabiduría la acción, la aventura, el crecimiento personal, el drama (la muerte de Mufasa hizo llorar en los cines a los más curtidos) y la historia de amor, inevitable en un film de estas características y aderezado como nunca con las multigalardonadas canciones de Elton John y Tim Rice.

Con todos estos ingredientes, El rey león se convirtió en todo un éxito de crítica y público, encumbrando a Disney como la compañía más importante del cine de dibujos animados. Sin embargo, esta cumbre se convirtió  al mismo tiempo (aunque pocos los sospechaban) en el canto de cisne no sólo de la factoría Disney, sino también de una manera de entender y realizar el cine de animación que iba a ser pronto superada. No por casualidad, El rey león fue la última película de la compañía supervisada por Jeffrey Katzemberg, que poco después fundaría Dreamworks, el gran rival de Disney desde entonces. Pero sobretodo, el último clavo en el ataúd lo puso un ex animador de Disney que había salido de la factoría por la puerta de atrás y que responde al nombre (y a la camisa hawaiana) de John Lasseter. Sólo un año después de El rey león, el propio Lasseter al frente de la factoría Pixar dio a luz a Toy Story (1995), película que marcaría un antes y un después en la historia del cine, certificando la defunción de la animación tradicional en 2D (a pesar de que Disney siguiera lanzando proyectos de relativo éxito como Pocahontas (1995), Hércules (1997) o Tarzán (1999)) y dando la bienvenida a la animación por ordenador en tres dimensiones, que la propia Pixar (más tarde absorbida por Disney en una de esas carambolas del destino) ha sabido llevar a sus más altas cotas de calidad y belleza.

A pesar de todo, del paso del tiempo y de la asunción del 3D como la única manera de entender la animación, El rey león sigue manteniendo ese halo de grandeza que nunca ha perdido. El reciente reestreno en salas de cine de la película (adaptada al formato 3D) le ha vuelto a colocar al frente de la taquilla, y el musical que llega ahora a nuestro país después de más de una década en Broadway y otras ciudades del mundo son dos indicadores de la buena salud de la que goza esta película inmortal. ¡Larga vida al rey!.







 FICHA TÉCNICA



Título Original: The Lion King País: EE.UU. Año: 1994 Dirección: Roger Allers & Rob Minkoff Guión: Irene Mecchi, Jonathan Roberts, Linda Woolverton Montaje: Ivan Bilancio Dirección artística: Andy Gaskill Música: Hans Zimmer Duración: 89 minutos Intérpretes (voces): Matthew Broderick (Simba adulto), James Earl Jones (Mufasa), Nathan Lane (Timón), Ernie Sabella (Pumbaa), Jeremy Irons (Scar), Rowan Atkinson (Zazu)


GALARDONES
  • 2 Oscar (1995): Mejor banda sonora, Mejor canción original (Can You Feel the Love Tonight, música de Elton John y letra de Tim Rice)
  •  2 nominaciones al Oscar (1995): Mejor canción original (Circle of Life y Hakuna Matata, música de Elton John y letra de Tim Rice)
  • 3 Globos de Oro (1995): Mejor película de comedia/musical, Mejor Banda Sonora, Mejor Canción Original (Can You Feel the Love Tonight)

10.10.11

Las aventuras de Tintín: nuevo tráiler




Ya queda menos (hasta el próximo 28 de octubre) para que se estrene en cines Las aventuras de Tintín: El secreto del Unicornio (The adventures of Tintin, 2011), la primera incursión de Steven Spielberg en el cine de animación. El director de Cincinnati lleva muchos años acariciando este proyecto que está a punto de ver la luz, y que viene avalado por un equipo de auténtico lujo. Peter Jackson ejerce esta vez como productor con su compañía WingNut Films, en el guión aparece el nombre de Edgar Wright (director de títulos como Zombies Party o Arma Fatal) y en el reparto personajes tan populares como Jamie Bell (Tintín), Andy Serkis (Capitán Haddock), Daniel Craig (Ivanovich Sakharine) o la pareja Simon Pegg-Nick Frost interpretando a los inefables Hernández y Fernández.

Eso sí, lo que veremos en la pantalla no es a estos actores "de carne y hueso", sino su recreación digital a través de la técnica de motion capture, que ha dado tanto resultados irregulares (Polar Express, Beowulf) como espectaculares (Avatar). Por lo visto, Peter Jackson aconsejó a Spielberg que la animación era la mejor manera de respetar la dinámica del cómic creado por Hergé, y a tenor de lo que podemos ver en los trailers, el director de Tiburón ha puesto toda la carne en el asador para que el resultado final sea espectacular. Y sabemos que Spielberg raras veces pincha en hueso.



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