Y yo que creía que Fincher era un duro...
Si por algo era conocido David Fincher hasta ahora era por su particular universo cinematográfico, lleno de referencias a la sociedad posmoderna, deshumanizada y violenta. Una violencia de bajos fondos, eso sí, mucho más estilizada que la de un Guy Ritchie, por poner un ejemplo. En films como Se7en (1995), El Club de la Lucha (1999), La Habitación del Pánico (2002) o, más recientemente, Zodiac (2007), Fincher había hecho gala de ese gusto por los callejones oscuros, los paisajes deshumanizados y los personajes extremos atrapados (a veces literalmente) en situaciones de las que no es posible escapar sin recurrir al abandono de lo que nos hace más humanos: la asunción de la idea de que formamos parte de una sociedad y que hay comportamientos que no podemos adoptar.
Por eso puede parecer sorprendente que Fincher se atreviera con la dirección de El curioso caso de Benjamin Button (The curious case of Benjamin Button, 2008), una película en principio alejada tanto argumental como estilísticamente de su cine habitual. Lo que no podemos negar es que Fincher asumió un riesgo (lo cual es siempre de agradecer), y en este caso la tostada no ha caído por el lado de la mantequilla. En El curioso caso... Fincher demuestra que es perfectamente capaz de llevar una película para que, a priori, podíamos pensar como más adecuados a Tim Burton o, Dios me libre, Ron Howard.
La película adapta un relato corto de F. Scott Fitzgerald (sí, el de El Gran Gatsby), que parte de la atrayente premisa de un hombre que nace con el aspecto y la salud de un anciano y que poco a poco va rejuveneciendo hasta acabar sus días como un bebé. Es decir, vive su vida al revés que los demás, y mientras todos envejecen él rejuvenece. La idea es interesantísima, y las situaciones que se ven a lo largo de la película (el ataque del submarino, los encuentros clandestinos con una mujer (Tilda Swinton) en un hotel de Rusia, la extraña presencia de un colibrí en algunos momentos del metraje) remiten a ese realismo mágico que Gabriel García Márquez elevó a los cielos de la literatura, y que, vuelvo a insistir, está alejado diametralmente de los presupuestos del cine de Fincher.
Aún así, podemos encontrar en El curioso caso...algunos de los temas habituales en el director de Colorado, como el de la inadaptación social del protagonista. Benjamin Button es un outsider, un tipo que vive a contracorriente. Abandonado al nacer por su padre, que le considera un monstruo, tiene la suerte de encontrar un hada madrina en forma de una mujer negra que cuida de los ancianos de un asilo. Ahí, Benjamin será en principio uno más de los ancianos, pero poco a poco irá rejuveneciendo y convirtiéndose en "diferente". Durante toda la película planea el tema de la muerte como hilo conductor. Una muerte que acompaña a todos los personajes, y que aparece como elemento unificador de todas las vidas, empiecen desde donde empiecen. Y ahí está la clave de la película. Por mucho que la vida de Benjamin Button transcurra al revés, desde el final hacia el principio (la metáfora inicial del reloj que avanza en sentido contrario no puede ser más esclarecedora), el fin inevitable es la muerte. De ahí que lo importante no sea ni el comienzo ni el fin, sino todo lo que nos pasa en medio.
Fincher ha contado para el papel protagonista con el que podríamos considerar su actor fetiche (esta es la tercera colaboración entre ambos, tras Se7en y El Club de la Lucha), Brad Pitt, que sigue reivindicándose como uno de los mejores actores de su generación, por mucho que algunos sigan considerándole sólo como una cara bonita (lo que por esta vez va en su perjuicio). Pitt, muy contenido, carga sobre sus hombros el peso del relato, contado a modo de diario personal por su hija en el lecho de muerte de su gran amor Daisy (Cate Blanchett). Benjamin Button cuenta en primera persona sus andanzas, sus viajes alrededor del mundo y todo lo que ha aprendido. Sabe que su vida camina al revés, sabe que su destino está prefijado, sabe cómo va a morir. Por eso no es de extrañar que el mejor momento de su vida sea precisamente el centro, el momento en el que él y Daisy viven su apasionado romance.
En resumidas cuentas, El curioso caso...se convierte en una especie de película-río en la que confluyen temas universales como el aprovechamiento de las oportunidades, la fugacidad de la felicidad, etc. Quizá a veces peca de edulcoración (no es gratuito que se haya llevado 13 nominaciones al Oscar), y tal vez le sobran quince minutos de metraje. Pero también es verdad que cuenta a su favor con soberbias actuaciones y con unos efectos visuales realmente impecables. Y sobre todo cuenta con la constatación de que a veces los riesgos son necesarios, y hasta recomendables. El curioso caso...es la película menos Fincher de David Fincher, pero no por ello merece ser menospreciada.
Si por algo era conocido David Fincher hasta ahora era por su particular universo cinematográfico, lleno de referencias a la sociedad posmoderna, deshumanizada y violenta. Una violencia de bajos fondos, eso sí, mucho más estilizada que la de un Guy Ritchie, por poner un ejemplo. En films como Se7en (1995), El Club de la Lucha (1999), La Habitación del Pánico (2002) o, más recientemente, Zodiac (2007), Fincher había hecho gala de ese gusto por los callejones oscuros, los paisajes deshumanizados y los personajes extremos atrapados (a veces literalmente) en situaciones de las que no es posible escapar sin recurrir al abandono de lo que nos hace más humanos: la asunción de la idea de que formamos parte de una sociedad y que hay comportamientos que no podemos adoptar.
Por eso puede parecer sorprendente que Fincher se atreviera con la dirección de El curioso caso de Benjamin Button (The curious case of Benjamin Button, 2008), una película en principio alejada tanto argumental como estilísticamente de su cine habitual. Lo que no podemos negar es que Fincher asumió un riesgo (lo cual es siempre de agradecer), y en este caso la tostada no ha caído por el lado de la mantequilla. En El curioso caso... Fincher demuestra que es perfectamente capaz de llevar una película para que, a priori, podíamos pensar como más adecuados a Tim Burton o, Dios me libre, Ron Howard.
La película adapta un relato corto de F. Scott Fitzgerald (sí, el de El Gran Gatsby), que parte de la atrayente premisa de un hombre que nace con el aspecto y la salud de un anciano y que poco a poco va rejuveneciendo hasta acabar sus días como un bebé. Es decir, vive su vida al revés que los demás, y mientras todos envejecen él rejuvenece. La idea es interesantísima, y las situaciones que se ven a lo largo de la película (el ataque del submarino, los encuentros clandestinos con una mujer (Tilda Swinton) en un hotel de Rusia, la extraña presencia de un colibrí en algunos momentos del metraje) remiten a ese realismo mágico que Gabriel García Márquez elevó a los cielos de la literatura, y que, vuelvo a insistir, está alejado diametralmente de los presupuestos del cine de Fincher.
Aún así, podemos encontrar en El curioso caso...algunos de los temas habituales en el director de Colorado, como el de la inadaptación social del protagonista. Benjamin Button es un outsider, un tipo que vive a contracorriente. Abandonado al nacer por su padre, que le considera un monstruo, tiene la suerte de encontrar un hada madrina en forma de una mujer negra que cuida de los ancianos de un asilo. Ahí, Benjamin será en principio uno más de los ancianos, pero poco a poco irá rejuveneciendo y convirtiéndose en "diferente". Durante toda la película planea el tema de la muerte como hilo conductor. Una muerte que acompaña a todos los personajes, y que aparece como elemento unificador de todas las vidas, empiecen desde donde empiecen. Y ahí está la clave de la película. Por mucho que la vida de Benjamin Button transcurra al revés, desde el final hacia el principio (la metáfora inicial del reloj que avanza en sentido contrario no puede ser más esclarecedora), el fin inevitable es la muerte. De ahí que lo importante no sea ni el comienzo ni el fin, sino todo lo que nos pasa en medio.
Fincher ha contado para el papel protagonista con el que podríamos considerar su actor fetiche (esta es la tercera colaboración entre ambos, tras Se7en y El Club de la Lucha), Brad Pitt, que sigue reivindicándose como uno de los mejores actores de su generación, por mucho que algunos sigan considerándole sólo como una cara bonita (lo que por esta vez va en su perjuicio). Pitt, muy contenido, carga sobre sus hombros el peso del relato, contado a modo de diario personal por su hija en el lecho de muerte de su gran amor Daisy (Cate Blanchett). Benjamin Button cuenta en primera persona sus andanzas, sus viajes alrededor del mundo y todo lo que ha aprendido. Sabe que su vida camina al revés, sabe que su destino está prefijado, sabe cómo va a morir. Por eso no es de extrañar que el mejor momento de su vida sea precisamente el centro, el momento en el que él y Daisy viven su apasionado romance.
En resumidas cuentas, El curioso caso...se convierte en una especie de película-río en la que confluyen temas universales como el aprovechamiento de las oportunidades, la fugacidad de la felicidad, etc. Quizá a veces peca de edulcoración (no es gratuito que se haya llevado 13 nominaciones al Oscar), y tal vez le sobran quince minutos de metraje. Pero también es verdad que cuenta a su favor con soberbias actuaciones y con unos efectos visuales realmente impecables. Y sobre todo cuenta con la constatación de que a veces los riesgos son necesarios, y hasta recomendables. El curioso caso...es la película menos Fincher de David Fincher, pero no por ello merece ser menospreciada.
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