1.- Demuestra a la perfección la fórmula del "menos es más". La anterior película de Alfred Hitchcock había sido Con la Muerte en los Talones (North by Northwest, 1959), una superproducción de la MGM con un presupuesto millonario a mayor gloria de Cary Grant. Sin embargo, ningún gran estudio quiso financiar este proyecto que fue en su época un film de serie B que Hitch tuvo que pagar de su bolsillo y que fue rodada con el mismo equipo con el que el director británico filmaba sus episodios para la televisión.
2.- Exprime al máximo las posibilidades de una novela mediocre. El propio Hitchcock afirmaba que le parecía estéril adaptar las grandes obras de la literatura universal, que siempre perderían en su versión en celuloide. Por eso, en su carrera destacó por sacar petróleo de autores y novelas de segunda fila de suspense e intriga que casi nadie conocía. Esta vez le tocó a Robert Bloch, que había escrito el libro un año antes (en 1959) y que pasará a la historia gracias al genio del orondo realizador, y también al buen hacer de Joseph Stefano en el guión.
3.- El color (o más bien la ausencia de él). Había muchas razones para que Psicosis fuera rodada en blanco y negro, algo que en 1960 -época de apogeo del Technicolor- ya se consideraba "pasado de moda". Por un lado estaba el tema económico (la película en B/N es más barata que en color), y por otro la profusión de sangre en la película, algo que seguramente le habría costado algún problema con la censura. A pesar de todo, Hitchcock volvió a hacer de la necesidad virtud, y filmó la película en un impresionante claroscuro que contribuye a crear un ambiente irrespirable en algunos momentos, como el del descubrimiento del cadáver de la madre con esa bombilla que se tambalea...
4.- Matar a la estrella. Pocos en 1960 se atrevían a contradecir el Modo de Representación Institucional de Hollywood, que entre otras cosas dictaba que la estrella debía permanecer intacta (o al menos con vida) hasta los créditos finales. Sin embargo, sir Alfred se cargó a su cabeza de cartel, Janet Leigh, a falta de más de cincuenta minutos de metraje, dejando a más de uno con la boca abierta. Es más, todavía hay quien cree que la escena de la ducha se produce al final de la película (Ver punto siguiente).
5.- La escena de la ducha. Ninguna secuencia en la historia del cine ha sido tantas veces copiada, revisada, homenajeada, plagiada o parodiada como la del asesinato de Marion Crane (Janet Leigh) mientras se daba una plácida ducha. La escena es un prodigio de dominio de la técnica cinematográfica, imprescindible en cualquier escuela de cine. El brutal homicidio de la joven no lo produce el cuchillo (de hecho, nunca se ve cómo penetra en la carne), sino el montaje, una auténtica exhibición de talento del maestro Hitchcock.
6.- Bernard Herrmann. Las escenas más recordadas del cine de Hitchcock tienen casi en su totalidad un punto en común: carecen de diálogos. Pero ahí estaba el genial Bernard Herrmann (compositor de cabecera de Hitch en su última época) para llenarlas con su impresionante talento. En Psicosis, consigue convertir unos violines en un arma blanca que acuchilla sin piedad a un ser humano, del que sentimos su sufrimiento aunque apartemos la mirada.
7.- La atmósfera. Alfred Hitchcock fue un maestro en muchas cosas, pero donde realmente sentó cátedra hasta cotas inalcanzables fue en su capacidad de mantener en vilo al espectador. Simplemente le ofrecía información sobre el personaje, consiguiendo que el espectador se pusiera en su lugar cuando aquél se sentía perseguido o amenazado, sufriendo así con él. Aquí, sabemos que Marion ha robado una gran cantidad de dinero, pero aunque el policía que la persigue sin saber bien por qué o el vendedor de coches no conocen este dato, su presencia junto a Marion se hace insoportable para el espectador, que está deseando que la protagonista salga corriendo. A eso se le llama SUSPENSE, así con mayúsculas.
8.- Anthony Perkins. Cuesta imaginar una elección mejor para interpretar a Norman Bates que la de Anthony Perkins. Perkins contaba con el físico perfecto para encarnar a un psicópata que no es más que un niño traumatizado encerrado en un cuerpo de hombre. Su actuación contenida, enfatizada tan solo con tics casi imperceptibles, es tan desasosegante como requiere el personaje. El juego de planos y contraplanos y los ángulos de cámara de Hitchcock hacen el resto.
9.- El final. Se suele decir de forma generalizada que la peor parte de Psicosis es su desenlace final. Pero precisamente esa conclusión tan ingenua -con un psiquiatra que explica a la audiencia el trastorno mental de Norman con unos argumentos médicos insostenibles- es para mí otra razón para amar la película. Personalmente me quedo con el monólogo interior final de Norman-Madre que culmina con esa aviesa sonrisa a la que Hitchcock añade (de una forma tan poco subliminal como socarrona) la imagen de una calavera, todo esto precediendo al plano que cierra la película, en el que la policía saca del pantano el coche donde se esconde el cadáver de Marion. Yo no encuentro un final mejor.
10.- La décima razón, y la más importante, para amar esta película es simplemente el hecho de que, cincuenta años después de su estreno (se cumplieron el 16 de junio de 2010, aunque a España no llegó hasta abril de 1961), Psicosis sigue estando entre las mejores películas de todos los tiempos, y representa uno de los puntos culminantes en la carrera del director más influyente del siglo XX. Y que sigamos celebrando este aniversario por mucho, mucho tiempo.
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