Con la Muerte en los Talones (1959), la infumable traducción del original North by Northwest (otro día comentaré el tema de las traducciones al castellano de las películas de Alfred Hitchcock, especialmente las realizadas para Sudamérica. Os prometo que la mayoría no tienen desperdicio) se sitúa entre las que son quizá las dos mejores películas de Hitchcock, De entre los Muertos (Vertigo, 1958) y Psicosis (Psycho, 1960). Por ello, en muchas ocasiones el film que nos ocupa ha sido ninguneado y tratado de película "de transición" o simplemente como un "film de atracciones". Quizá ambas cosas sean verdad (especialmente la segunda), pero eso no le quita valor al film. No es necesario destacar que la peor película de Hitchcock es mejor que el setenta por ciento de las mejores películas de otros directores, pero en este caso ni siquiera estamos ante el peor Hitch.
Todo lo contrario, encontramos al orondo director británico en plena forma (a pesar de perder el autobús en los créditos iniciales, en su tradicional aparición estelar), en el que es su primer y único trabajo para la MGM. Una adaptación del endiablado guión de Ernest Lehman, cuya trama es casi imposible de resumir. Simplemente diré que se trata del típico caso hitchcockiano de la confusión de identidades, en la que un publicista interpretado por Cary Grant es confundido con un agente del gobierno por parte de un grupo de espías (encabezados por James Mason y un bisoño Martin Landau, todavía sin implicarse en asuntos paranormales), que intentan asesinarlo. El bueno de Cary decide investigar quienes son los tipos que intentaron acabar con él, y en sus pesquisas se topa con la atractiva Eva Marie Saint (en un papel para el que sonaron Cyd Charisse e incluso Sofia Loren), quien por un mismo precio es una agente doble del gobierno y la novia del jefe de los espías a los que busca Grant, por ese orden. Por supuesto, ambos se enamoran, y cuando Grant se entera de que los espías sospechan de la dulce rubia y planean matarla, la rescata en la famosa escena del Monte Rushmore. Un rescate que ha quedado para la historia del cine, especialmente por su espectacularidad (aunque por la denegación de los permisos tuvo que reconstruirse la montaña en estudio) y también por el encadenado que hace Hitchcock enlazando el momento en el que Cary Grant intenta subir a la Saint de su peligrosa (y colgante) situación en el precipicio con el instante en que él sube a ella al cajón del equipaje del tren, justo después de haberse casado. Qué manera tan elegante de terminar una película, pensarían los censores. Los mismos que quizá no vieron (o no comprendieron) el plano final del film, que muestra el tren donde van los recién casados entrando en un túnel. La alegoría de la penetración no puede ser más clara, pero los censores se centraron más en el supuesto "afeminamiento" del personaje encarnado por Landau. De traca.
Entre el principio y el final, como es de suponer, el bueno de Cary pasa toda una serie de peligros, todo ello sin despeinarse la raya del pelo y sin perder la elegancia. A veces da vértigo comprobar la altura a la que se abrocha los pantalones, justo por debajo de la tercera costilla. Una moda a la que se apuntó Julián Muñoz en su versión más aceitosa, y que algunas revistas de moda amenazan con su posible regreso. Esperemos que no, porque la idea de ir vestido como mi abuelo no me seduce en absoluto. Volviendo a las peripecias, es de sobra conocida la secuencia de la persecución del avión fumigador, resuelta por sir Alfred con una maestría inigualable en el montaje, que para eso tanto lo cuidaba. Aunque sin embargo yo me quedo con la dantesca huida del protagonista de su primer intento de asesinato, cuando los malotes le hacen tragar una botella entera de whisky y lo intentan tirar por un barranco metido en un coche. La huida de Cary en el coche completamente castaña es antológica, con accidente con el coche de policía incluido. Una situación que nos recuerda a cualquier fin de semana en cualquier ciudad de España.
En fin, que todo esto unido a la partitura de Bernard Herrmann (como siempre genial) y a los créditos iniciales del mago Saul Bass conforma un resultado que, sin ser una obra maestra, sí es sin duda la peli más entretenida de su director (y una de las más largas) y un gran ejemplo del cine de espías que tanto predicamento tuvo en la época de la Guerra Fría.
FICHA TÉCNICA
Título Original: North by Northwest País: EE.UU. Año: 1959 Dirección: Alfred Hitchcock Guión: Ernest Lehman Fotografía (Color): Robert Burks Montaje: George Tomasini Diseño de producción: Robert F. Boyle Música: Bernard Herrmann Duración: 131 minutos Intérpretes: Cary Grant (Roger O. Thornhill), Eva Marie Saint (Eve Kendall), James Mason (Phillip Vandamm), Jessie Royce Landis (Clara Thornhill), Leo G. Carroll (el profesor), Martin Landau (Leonard)
GALARDONES
- 3 nominaciones al Oscar (1960): Mejor Dirección Artística, Montaje, Guión Original
- Concha de Plata en el Festival de San Sebastián (1959)
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