El árbol de la vida (The Tree of Life, 2011) no es una película al uso. Los que vayan a verla esperando encontrar en ella un desarrollo clásico de presentación, trama y desenlace se sentirán en gran medida decepcionados. Como también aquellos que pretendan sentarse en la sala de cine y pasar dos horas de evasión y de distracción de los problemas de la vida. Porque lo que plantea la película es todo lo contrario a la evasión, a la ligereza. El árbol de la vida traspasa unas fronteras cinematográficas que muy pocos se han atrevido a explorar, y nos recuerda que el cine dispone de unas posibilidades que han quedado desgraciadamente olvidadas. Durante casi todo el metraje, el film se transforma en un ente casi físico, palpable, en una especie de poema visual que exige al espectador que utilice esos grupos de neuronas que no se suelen emplear cuando vemos una película. Ataca al intelecto sin dejar de lado el disfrute visual de cada plano, de cada movimiento de cámara, de cada nota musical de su espléndida banda sonora. Desecha las posibilidades narrativas del cine para explotar sus posibilidades mostrativas y psicológicas.
Y es que Terrence Malick es un tipo especial. Un director con una carrera tan atípica como genial. Con sólo cinco largometrajes en 38 años está considerado unánimemente como uno de los mejores realizadores de la historia del cine. Y algo tendrá el agua cuando la bendicen. Ya en su debut en Malas tierras (Badlands, 1973) ponía de manifiesto la vacuidad de la existencia humana, lo mismo que en La delgada línea roja (The thin red line, 1998), donde la guerra transcurría más en la mente de los personajes que en el campo de batalla. Sin embargo, en El árbol de la vida Malick se presenta más ambicioso que nunca, haciéndose las preguntas más importantes que puede hacerse un ser humano: ¿cuál es el sentido de la vida? ¿de dónde venimos y adónde vamos? ¿existe de verdad Dios? ¿por qué permite el dolor incluso de aquellos que menos lo merecen? ¿es compatible el sufrimiento con la existencia de una infinita belleza en el Universo? La ambición de las preguntas es innegable, y la posibilidad de encontrar respuestas claras es casi inexistente.
La película fluctúa continuamente entre lo particular y lo universal, entre el microcosmos y el macrocosmos. El microcosmos lo representa una familia de clase media de Texas en los años 50, y en la relación de los padres (un Brad Pitt impecable y una angelical Jessica Chastain, futura estrella del cine sin duda) con sus tres hijos. El retrato familiar que nos muestra la película sitúa a Malick entre los mejores a la hora de retratar los sentimientos a base de miradas, gestos y movimientos de cámara, sin apenas diálogos. El difícil paso de la niñez a la pubertad de Jack, el mayor de los hijos (gran interpretación de Hunter McCracken) es el hilo conductor que enlaza las relaciones entre los miembros de la familia, un padre cariñoso pero demasiado autoritario, una madre dulce y etérea, casi una presencia irreal, y unos hijos de caracteres diferentes y de distinta relación con sus progenitores. Eso sí, todos marcados por la tragedia que cambia para siempre a la familia.Una situación que tiene su continuidad en el presente, cuando el Jack adulto (Sean Penn) se reconcilia con su pasado y sus fantasmas en un final lleno de referencias místicas y espirituales.
Por su parte, el macrocosmos es el Universo mismo. Por primera vez en su carrera, Malick utiliza efectos digitales para recrear el mismísimo origen del mundo, en una secuencia que inevitablemente recuerda a 2001: Una odisea del espacio (2001: A Space Oddysey, 1968). Como en la obra maestra de Stanley Kubrick, los planos del espacio infinito sirven como telón de fondo para reflexionar sobre lo insignificante de nuestra existencia. Las dos películas cuentan además con la presencia del visionario Douglas Trumbull, supervisor de los efectos visuales que configuran la atmósfera onírica del film de Malick.
El árbol de la vida es, por tanto, una apuesta arriesgada y a contracorriente de las últimas tendencias estéticas e ideológicas, que anteponen la narración a la reflexión. No en vano, uno se imagina a Malick como un outsider del cine, una especie de anacoreta alejado del ruido ensordecedor de la industria (no concede entrevistas, no asiste a festivales ni presentaciones, no hace promociones de sus films) y recluido en su casa preguntándose por las cuestiones fundamentales de la existencia humana.
A pesar de su éxito arrollador en el último Festival de Cannes, muchos considerarán a esta película como aburrida, ininteligible o incluso pretenciosa. Es el precio que hay que pagar cuando se hace una apuesta tan personal y arriesgada. Hay muchas maneras de reflexionar sobre el dolor, la pérdida, la muerte y la fe. Pero muy pocas son capaces de ofrecer además un auténtico festival para los sentidos como esta pequeña gran joya del cine contemporáneo.
El árbol de la vida es, por tanto, una apuesta arriesgada y a contracorriente de las últimas tendencias estéticas e ideológicas, que anteponen la narración a la reflexión. No en vano, uno se imagina a Malick como un outsider del cine, una especie de anacoreta alejado del ruido ensordecedor de la industria (no concede entrevistas, no asiste a festivales ni presentaciones, no hace promociones de sus films) y recluido en su casa preguntándose por las cuestiones fundamentales de la existencia humana.
A pesar de su éxito arrollador en el último Festival de Cannes, muchos considerarán a esta película como aburrida, ininteligible o incluso pretenciosa. Es el precio que hay que pagar cuando se hace una apuesta tan personal y arriesgada. Hay muchas maneras de reflexionar sobre el dolor, la pérdida, la muerte y la fe. Pero muy pocas son capaces de ofrecer además un auténtico festival para los sentidos como esta pequeña gran joya del cine contemporáneo.
FICHA TÉCNICA
Título Original: The Tree of Life País: EE.UU. Año: 2011 Dirección y Guión: Terrence Malick Fotografía (Color): Emmanuel Lubezki Montaje: Hank Corwin, Jay Rabinowitz, Daniel Rezende, Billy Weber, Mark Yoshikawa Diseño de producción: Jack Fisk Música: Alexandre Desplat Duración: 139 minutos Intérpretes: Brad Pitt (Mr. O'Brien), Jessica Chastain (Mrs. O'Brien), Sean Penn (Jack), Hunter McCracken (Jack niño), Laramie Eppler (R.L.), Tye Sheridan (Steve)
GALARDONES
- Palma de Oro en el Festival de Cannes (2011)
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