Para hablar de Carmina o revienta (2012), el debut como realizador del popular actor televisivo Paco León, es inevitable referirse a las peculiares condiciones de su producción y su distribución, una característica que ha sido destacada hasta la saciedad desde su estreno la semana pasada y que sin duda ha contribuido al éxito de la película, favorecido por la corriente del marketing boca a boca y por la novedad de sus circunstancias de lanzamiento.
Todo el mundo lo sabe, pero no está de más volverlo a repetir. Carmina o revienta ha sido rodada con un presupuesto irrisorio (rondando los 100.000 euros y sin apenas ayudas, con la mayor parte del dinero salido directamente de los bolsillos del director), unos medios muy limitados y, lo que ha llamado más la atención, ha sido lanzada al mismo tiempo al mercado del DVD y las plataformas de VOD (Video On Demand) en Internet, junto a un estreno testimonial en unas pocas salas de cine. El propio Paco León ha hablado del boicot que ha sufrido de parte de algunos distribuidores y exhibidores, que consideran que el sevillano ha traicionado los pasos habituales a la hora de estrenar una película, a saber: las salas de cine, el mercado de DVD a los tres o cuatro meses y finalmente Internet y la televisión de pago. Lanzando al mismo tiempo el film en DVD e Internet (y además a unos precios más que razonables), es inevitable que se pierdan espectadores en las salas de cine, cuyo precio sigue siendo para muchos prohibitivo, y más cuando se trata de una película que no destaca por su espectacularidad o sus efectos tridimensionales.
Con todo esto, Paco León no ha sido el primero en lanzarse a esta aventura, pero sí el primer cineasta de primera fila (en cuanto a popularidad) en probar suerte en esta manera de hacer cine, que no tiene otra intención que luchar contra el fantasma de la piratería ofreciendo al usuario alternativas baratas y legales para acceder a la película. De momento, el experimento le ha salido bien al sevillano, puesto que el film ya se ha convertido en la película española más vista legalmente en la red y ha vendido el 80% de las copias en DVD que había sacado en las tiendas. Si estamos ante una revolución de la forma de exhibir las películas o simplemente ante un hecho aislado está todavía por ver, pero lo cierto es que ha quedado claro que existe una alternativa sencilla y asequible para acceder a los estrenos que puede satisfacer a mucha gente.
Pero yo quería, sobretodo, hablar de la película en sí. La cinta llegaba avalada por su éxito en el último Festival de Málaga, donde recibió tres premios importantes. Y lo cierto es que fueron merecidos. Carmina o revienta es una película dificilmente clasificable (lo que encabeza su lista de virtudes), situada al borde del documental, el docudrama o la realidad dramatizada, como se le quiera llamar. Más allá de etiquetas, a nadie se le escapa que en el fondo es una película de ficción, puesto que aunque las situaciones que en ella aparecen han pasado de verdad (o al menos algo parecido), existe una fundamentación narrativa y estética por parte del director (encuadres, montaje) que se aleja del documental sensu estricto, acercándose más a las fórmulas visuales de series de TV como Modern Family o incluso Que vida más triste, en el sentido de presentar una acción en la que se intercala el testimonio en primera persona de los protagonistas. La diferencia con aquellas series es que en Carmina o revienta estos testimonios no sólo sirven para explicar la acción, sino que amplían el fondo de los personajes y ofrecen una mayor amplitud de miras sobre ellos.
La película es un largo flashback que ocupa casi todo el metraje, partiendo de la llegada de Carmina a la cocina de su casa, de madrugada, sin que sepamos aún de donde viene y qué le ha pasado hasta entonces. Es en ese momento cuando la protagonista se sienta ante la cámara y empieza el relato de los últimos días, salpicado con retazos de su vida que profundizan en la persona y el personaje, siendo esa cocina una especie de confesionario donde Carmina se sincera y cuenta, a su manera, su visión sobre la vida, la muerte, los hijos y el mundo que le rodea.
Lo más encomiable del conjunto es, en mi opinión, el ejercicio de sinceridad que Paco León aplica a toda su película. En Carmina o revienta todo supura realidad. Esa madre es su madre, esa hermana (una cautivadora María León, atención a su faceta como cantante) es su propia hermana, y ese barrio es su barrio. Un barrio del extrarradio sevillano, obrero y decadente, donde se mezclan la pobreza y la honradez, el flamenco y la droga, la comedia y el drama. A muchos le ha echado para atrás el tópico andaluz exacerbado hasta casi la caricatura, pero es indudable que hasta en eso Paco León ha tratado de ser fiel a la realidad. Porque, como él mismo dice, "ser andaluz no es un trauma, pero tampoco un orgullo".
Y por encima de todo sobrevuela una presencia arrolladora, imponente, titánica. Esa Carmina Barrios que para componer un personaje que hubiera encajado tanto en la obra de Velázquez como en la de Azcona o Berlanga, o incluso en los tebeos de Francisco Ibáñez, sólo ha necesitado interpretarse a sí misma. Carmina es la verdadera fuerza vital de la película, una mujer que ha luchado durante décadas por sobrevivir, superando la ausencia de un marido farandulero y alcohólico (gran interpretación de Paco Casaus, tío del director) y sobreponiéndose uno tras otro a los golpes de la vida, ya sea por un coche que le roban o un seguro que se niega a pagarle los jamones que le birlaron y que constituyen su único sustento. Paco León acierta en presentar a su propia madre, la figura más sagrada e idealizable que puede existir, sin ningún tipo de disfraz, sin maquillar su faceta más maleducada, manipuladora y escatológica, con el sigarrito y el orfidá siempre a mano. Porque al fin y al cabo Carmina o revienta es eso, un retrato hiperrealista de una familia como existen tantas en nuestro país, donde la miseria se mezcla con la alegría y donde el drama puede dar paso a la carcajada cuando menos te lo esperas. Exactamente igual que en esta película que puede ser un espejo donde mirarnos, y que puede también abrir un camino nuevo para entender el arte de hacer esa cosa maravillosa que llamamos cine.
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