Hace pocas fechas, Michael Fassbender dio vida al psiquiatra Carl Gustav Jung en el film Un método peligroso (David Cronenberg, 2011). En esta película, Jung reflexionaba sobre la pulsión sexual y sus consecuencias en la psique y el comportamiento humanos. Infelizmente casado, pero en una época de férreas convenciones sociales, Jung acababa sucumbiendo a esa pulsión con su pupila Sabina Spielrein (Keira Knightley), aunque ello le generara un casi insoportable sentimiento de culpabilidad y rechazo.
Sin embargo, en Shame (2011), el personaje interpretado por Fassbender parece haber ido un paso más allá y no sentir en absoluto reticencias ante la pulsión sexual. Brandon Sullivan es un treintañero con un trabajo que le permite una holgada situación económica. Es extremadamente atractivo y seductor, pero también es adicto al sexo, la prostitución, la pornografía y la masturbación compulsiva. Su vida funciona casi como un reloj: trabajo y sexo, con cualquier mujer que se le ponga a tiro. Eso sí, la única condición parece ser que no hay ningún tipo de posibilidad de relación posterior con aquellas que pasan por su cama.
Esa es precisamente la miseria del protagonista de Shame, y al mismo tiempo lo que engrandece la película. Brandon es incapaz, por principios, de mantener una relación estable, de comprometerse con alguien. Eso incluye a sus amantes pero también a su propia hermana, el elemento extraño que aparece en la vida de Brandon y que trastoca todos sus planes hasta dar un vuelco a su propia existencia. Ese elemento perturbador es Sissy (Carey Mulligan), la antítesis del propio Brandon. Sissy es frágil, dependiente, inestable, con una peligrosa tendencia hacia la autodestrucción. En este sentido, el film no explica el origen del comportamiento de los dos hermanos más que con alguna frase enigmática, pero ofrece lo suficiente como para dibujar sus personalidades a la perfección.
A partir de la aparición de Sissy, la rutinaria vida de Brandon se tambalea. Piensa que su hermana ha invadido su intimidad, le descoloca y le hace sentirse vulnerable, especialmente cuando Sissy coquetea con el jefe de Brandon, David (James Badge Dale), un hombre casado al que vemos hacer continuos y patéticos intentos de ligue con cualquier mujer, algo que Brandon consigue prácticamente de forma natural. Así pues, el deterioro de la relación entre Brandon y Sissy corre paralelo a la espiral de autodestrucción de ambos, aunque se produzca de forma distinta. La de ella, de forma literal, incapaz de soportar la frialdad y la falta de protección de su hermano mayor. La de él, basada en la sublimación de su propio deseo sexual, materializado de todas las formas posibles pero conduciéndole a la soledad y la angustia.
Después de la interesante y aclamada Hunger (2008), el director londinense Steve McQueen se consagra con esta Shame como uno de los realizadores más personales e interesantes del panorama contemporáneo. Shame es una película dura, sin concesiones, a ratos desgarradora y siempre valiente. McQueen indaga con precisión de cirujano en un infierno que no parece tal, y que incluso en ciertos sectores está bien considerado. La adicción al sexo es una adicción como cualquier otra, y por ello resulta peligrosa para quien la padece y para quienes le rodean. Shame es el relato del descenso a los infernos del protagonista, víctima de su propio deseo y de su incapacidad de amar sin el frenesí del acto sexual. Su obsesión pone en peligro su existencia, y quizá mucho más que eso.
Ninguneada en las nominaciones a los últimos premios Oscar, Shame es una película que no deja indiferente, que se aprovecha a la perfección del paisaje nocturno neoyorquino y que demuestra una gran pericia cinematográfica de su director. Quedan para la posteridad al menos dos secuencias que resumen el espíritu del film. La primera es la de la canción de Sissy en el restaurante, en la que Carey Mulligan brinda una emocionante interpretación del New York, New York de Sinatra que deja al descubierto toda la fragilidad del personaje, contestada por otro primer plano de Brandon que contiene las lágrimas. La segunda es la conversación de los dos hermanos en casa de Brandon, de espaldas, con Sissy pidiendo ayuda y Brandon enrocado en su propia coraza. Dos secuencias (aunque se podrían destacar muchas más) que demuestran la gran capacidad fílmica de McQueen y que hacen de Shame una de las películas más interesantes de los últimos tiempos.
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