Todos nos hemos preguntado alguna vez cómo serán los entresijos de una película. El cine, desde prácticamente sus inicios, se fundamenta sobre la base de un acuerdo tácito con los espectadores: los creadores de una película crean una sensación de verosimilitud y a cambio el espectador se compromete a sumergirse en la historia. Sabemos que los actores no se mueren de verdad en las películas, no se enamoran ni se odian, ni luchan realmente contra criaturas maravillosas. Sin embargo, somos capaces de dejar esta información aparcada en un rincón de nuestro cerebro para imaginarnos que lo que aparece en la pantalla puede estar sucediendo de verdad, provocando los sentimientos de empatía, emoción, risa o terror que son tan propios del cine y que forman parte de su magia.
Aunque eso sí, de vez en cuando vale la pena saltarse este acuerdo e indagar en lo que pasa realmente al otro lado de la cámara. El vídeo que tenéis a continuación es una especie de making of del último plano de La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011). Los que habéis visto la película recordaréis ese momento, una especie de coda final en la que se reúnen los personajes del film en casa de Georges Méliès (Ben Kingsley), en un plano en el que la cámara recorre las distintas habitaciones hasta acabar encuadrando al autómata que tanto protagonismo tiene en la historia.
Así, podemos ver todos los entresijos que encierra este plano, pequeños trucos sencillos pero efectivos (paredes que se mueven para dejar sitio a la steadycam, marcas en el suelo, cromas, etc.) que bien utilizados producen esa sensación de verosimilitud a la que me refería al principio. Absténgase de ver el vídeo los que no quieran contaminarse por la parte más prosaica del cine, pero disfrútenlo todos aquellos que gozan (gozamos) asistiendo al proceso, casi mágico en su perfecta simplicidad, que hace posible una película.
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