Normalmente, los directores de cine hacen películas para dar salida a sus ínfulas artísticas, denunciar alguna injusticia social, dar relevancia a algún hecho histórico o simplemente por cumplir con el encargo alimenticio de la productora de turno. Pero hay ocasiones en la que el cine se convierte en la única posibilidad de hacerse visible en medio de un clima de represión casi orwelliano. Este es el caso de Jafar Panahi, uno de los cineastas iranís de mayor renombre especialmente en Europa, pero que en su país tiene colgado el cartel de contestatario y, por tanto, culpable de ataque al régimen de la república islámica. Tanto es así que Irán le ha prohibido hacer películas y lo retiene en arresto domiciliario, pero aún así Panahi ha sido capaz de hacer un film (o un no-film) sin casi más ayuda que un móvil y su fiel ayudante Mojtaba Mirtahmasb. Esto no es una película es una enorme demostración de cómo se puede hacer más con menos y sobretodo de como es posible seguir metiendo el dedo en el ojo opresor cuando éste cree que te ha quitado todos los argumentos. Una gran demostración de valentía de Jafar Panahi.
Kiseki (Milagro) (2011)
Como Panahi, Hirokazu Kore-eda es de esos directores imprescindibles en todo festival que se precie. El realizador japonés es un perfecto representante de esa sensibilidad oriental tan peculiar de la que surgen historias desgarradoras y casi siempre con niños de por medio (no hay más que recordar su mejor película, Nadie sabe (2004)). Esta vez, Kiseki (Milagro) tiene tono de fábula con moraleja, y se centra en la historia de dos hermanos hijos de padres separados, que viven cada uno con un progenitor y sueñan con su reconciliación, esperando un milagro que se rumorea que ocurre cuando dos trenes se cruzan por primera vez.
La pesca del salmón en Yemen (Salmon Fishing in the Yemen, 2011)
Con Las normas de la casa de la sidra (1999) y Chocolat (2000), el sueco Lasse Hallström dio en el clavo y puso de acuerdo a crítica y público al señalar estas películas como elegantes, impecablemente rodadas y magníficamente interpretadas, consiguiendo un conjunto que sin llegar a cuajar como una obra maestra, al menos sí consigue formar un producto decente capaz de llegar al gran público y contentar al cinéfilo más exigente. Después de algunos fracasos, Hallström quiere volver por el buen camino con La pesca del salmón en Yemen, cimentada en una novela de éxito y en el tirón de Ewan McGregor, un gris especialista en piscicultura que recibe el extraño encargo de introducir la pesca con mosca en el país asiático y que se ve envuelto en un juego de intereses diplomáticos entre Yemen y Gran Bretaña, así como inevitablemente enamorado de la chica de la función, la ayudante del jeque encarnada por Emily Blunt.
Los juegos del hambre (The Hunger Games, 2012)
El nuevo fenómeno sociológico-cinematográfico destinado al público juvenil ya está aquí. Los juegos del hambre, primera parte de la trilogía literaria firmada por Suzanne Collins, viene de arrasar en taquilla allá donde se ha estrenado (especialmente en EE.UU.) y se espera que haga lo propio en nuestro país. El film explota todos los ingredientes de las películas de éxito (protagonistas atractivos, una ambientación histórico-distópica, una historia épica, un punto de romance y toneladas de marketing) para convertirse, casi por obligación, en el fenómeno fílmico de la primavera y de donde a buen seguro surgirá una considerable legión de fans. La historia la protagoniza una joven (Jennifer Lawrence) que se ofrece a participar en Los juegos del hambre, un entretenimiento del futuro en el que veinticuatro adolescentes compiten entre sí hasta que sólo queda uno, siempre con la presencia de las cámaras de televisión. Una reflexión muy adecuada en estos tiempos del reality y la telebasura, dirigida por Gary Ross y a la que dan lustre secundarios más que solventes como Stanley Tucci, Woody Harrelson o Donald Sutherland.
Si quiero silbar, silbo (Eu cand vreau sa fluier, fluier, 2010)
Dos años después de su producción llega a nuestras salas la segunda película del director rumano (aunque formado en EE.UU.) Florian Serban, una historia sórdida protagonizada por un joven (George Pistereanu, actor no profesional) que, dos semanas antes de salir del reformatorio, recibe la visita de su hermano que le cuenta que su madre quiere llevárselo a Italia, algo que el protagonista no está dispuesto a permitir. Si quiero silbar, silbo recorre los oscuros caminos de los bajos fondos y la juventud conflictiva rumana, de una manera directa y sin concesiones a la galería que ya fue premiada por el jurado en el Festival de Berlín de 2009.
Soul Surfer (2011)
Todos sabemos que en Estados Unidos son muy amigos de las historias de superación personal, en las que el protagonista derriba todas las barreras y acaba alcanzando su sueño. Este es el leitmotiv de Soul Surfer, historia real de la surfera Bethany Hamilton (AnnaSophia Robb) que, en la cumbre de su carrera, recibe el ataque de un tiburón que le amputa todo el brazo izquierdo. Sin embargo, lejos de darse por vencida, Bethany decide retomar su pasión y aprende a surfear con un solo brazo. El film lo dirige Sean McNamara y aparecen en él caras conocidas como Dennis Quaid o Helen Hunt.
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