Michael Fassbender es ese tipo de actores que la mayoría de personas no reconocerían por su nombre, pero cuyo rostro está cada vez más y más presente en nuestras pantallas. Y que nadie dude que lo estará por mucho tiempo, ni de que estamos ante uno de los intérpretes con mejor futuro en el mundo del cine.
Empecemos por lo último. El pasado fin de semana, la Copa Volpi a la mejor interpretación masculina en la Mostra de Venecia iba a parar a manos de este actor nacido en Heidelberg (Alemania) hace 34 años. El jurado se rendía ante la actuación del alemán en la película Shame, dirigida por Steve McQueen (no confundir con el mítico actor de Bullit o La Gran Evasión, cosa dificil porque uno es rubio y el otro negro). En ella interpreta a un treintañero adicto al sexo cuya vida se tambalea cuando su problemática hermana se instala en su apartamento.
Y es que en los últimos años la proyección de Michael Fassbender ha sido meteórica. Empezó su carrera en telefilms y series para la pequeña pantalla, y por aquí empezó a sonarnos en su papel del guerrero espartano Stelios en la espléndida 300 (2006). En la película de Zack Snyder lucia abdominales, todo lo contrario que en su siguiente gran papel, en Hunger (2008). En este film (opera prima del mencionado Steve McQueen) Fassbender se ponía en la piel (nunca mejor dicho) de Bobby Sands, un prisionero del IRA que se declara en huelga de hambre. Por la interpretación de este personaje límite, Fassbender fue premiado en los festivales de Montreal y Estocolmo, y su nombre empezaba a circular entre los aficionados al cine.
Un año después, Fassbender volvía a participar en un gran proyecto de Hollywood. En Malditos Bastardos (2009), la peculiar narración de Quentin Tarantino sobre la II Guerra Mundial, interpretaba al teniente Archie Hicox, un soldado británico que se hacía pasar por alemán, protagonista de una de las mejores escenas (la de la taberna y el juego de cartas al límite) de la filmografía tarantiniana. Ese mismo año compaginó papeles en films de menos repercusión como Fish Tank o Jonah Hex.
Pero sin duda, 2011 está siendo su año de consagración. En España lo hemos podido ver como el joven Magneto en X-Men: Primera generación (2011), interesante precuela de una saga que había perdido fuelle en sus últimas entregas. También protagoniza una nueva revisión del clásico Jane Eyre (2011) junto a Mia Wasikowska, una película que aún no hemos podido ver por estos lares. Y lo mejor es lo que queda por venir. Además de la ya mencionada Shame, premiada en Venecia, veremos al germano luciendo bigote como Carl Jung en Un método peligroso (2011), el acercamiento de David Cronenberg al mundo del psicoanálisis, y donde comparte cartel con Viggo Mortensen y Keira Knightley. Por si fuera poco, también lo veremos en la esperadísima Prometheus (2012) de Ridley Scott, y en el último proyecto (aún sin nombre) del peculiar Jim Jarmusch. Con todo esto, no hay duda de que muchos van a empezar a aprenderse el nombre de Michael Fassbender porque lo vamos a tener hasta en la sopa.
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