Desde su lanzamiento en 2005 (aunque a España no llegó hasta tres años después), la trilogía Millenium se ha convertido en el fenómeno literario más importante de la última década. Los libros escritos por el desaparecido Stieg Larsson representan la punta de lanza de toda una serie de novela negra y policíaca ambientada en los países nórdicos, tras cuya fachada de aparente civilización ordenada y modélica se esconde una realidad mucho más sórdida de lo que cabría imaginar.
Así pues, por si todavía queda alguien que no haya oído hablar de la obra de Larsson y/o que no haya visto la trilogía de películas suecas firmadas por Niels Arden Oplev y Daniel Alfredson (el hermano del director de El topo), llega a nuestras pantallas la adaptación hollywoodiense de esta historia de venganzas, conspiraciones y asesinatos. David Fincher, con todo su poderío visual, es el encargado de trasladar las novelas y adaptarlas al gran público. En esta primera entrega, Millenium: los hombres que no amaban a las mujeres (2011), el tema principal es la investigación llevada a cabo por un periodista caído en desgracia (Daniel Craig), con la misión de encontrar al culpable de la desaparición de una mujer, lo que conecta con otras horribles muertes sucedidas tiempo atrás. Para ello cuenta con la ayuda de Lisbeth Salander (Rooney Mara), una hacker superdotada pero inadaptada que esconde también un terrible secreto.
En definitiva, más allá de la resolución de la trama (de sobra conocida para los que ya han leído la novela) está por ver cómo se las arregla Fincher para poner en imágenes los ambientes oscuros del film, una asignatura que el director ya ha resuelto con nota en otras ocasiones como Seven, El club de la lucha o Zodiac. De eso, y de la química que desprendan Daniel Craig y Rooney Mara (el gran descubrimiento) dependerá gran parte del éxito de la película y de sus dos próximas secuelas.
En la línea del mucho cine apocalíptico que nos espera (estamos en el año del fin del mundo según los mayas, no lo olvidemos) llega La hora más oscura (The darkest hour, 2011), film dirigido por Chris Gorak y que sitúa el fin del mundo desde el prisma de un grupo de americanos que sufren en Moscú una invasión alienígena. Emile Hirsch, Olivia Thirlby y Max Minghella protagonizan esta cinta que también será exhibida en cines en formato 3D.
Para terminar de oscurecer el relato, cierra las opciones americanas en taquilla The Collector (2009), una película de terror en la línea de Saw y similares, en la que un ladrón entra a robar en una casa donde el propietario resulta ser un psicópata especializado en las torturas de la Inquisición española (¡!) que tiene secuestrada a toda la familia. Casquería y sufrimiento con una calidad dudosa quedan aseguradas en esta cinta de Marcus Dunstan que ha tardado más de dos años en llegar a nuestros cines.
En cuanto al cine patrio, destaca sin duda La chispa de la vida (2011). Un año después de la irregular Balada triste de trompeta, vuelve Álex de la Iglesia con otra historia extrema de un hombre normal atrapado en una situación extraordinaria que se torna cada vez más absurda, surrealista y agónica. Esta vez le toca el turno a José Mota, que abandona sus tics televisivos para dar vida a un publicista en paro que después de un accidente queda completamente paralizado en mitad de un teatro romano, y cuya truculenta historia se convierte en el fenómeno mediático del siglo. Podemos esperar buenas dosis de humor negro y crítica social en este film coral que ya cuenta con la promoción de tener a sus dos protagonistas (Mota y Salma Hayek) nominados a los Goya.
La otra propuesta española, mucho más modesta, es Las olas (2011), drama dirigido por Alberto Morais y protagonizado por Carlos Álvarez-Novoa y Laia Marull, que narra el viaje de un viudo a una pequeña localidad del sur de Francia donde viven desde hace tiempo miles de refugiados.
Finalmente, completa la taquilla de la semana Juan de los muertos (2011), una disparatada película de zombies cubanos y de un nuevo héroe que ofrece sus servicios para acabar con los familiares infectados. Muy en la línea de Zombies Party, al menos ofrece diversión asegurada. Dirige Alejandro Brugués.
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